OPINIóN
Actualizado 11/12/2014
Adolfo Prieto Palomares

Muchos años han pasado desde que inicié mi aventura por el agreste y a la vez ilusionante camino del futbol base.-

¿Qué me iba a encontrar cuando empecé a rodar por él? ¿Qué satisfacciones esperaba? ¿Tenía algo que ofrecer? La verdad, no lo sabía, no tenía la más remota idea de lo que tenía por delante, pero como coloquialmente se dice, me lie la manta a la cabeza y me lancé al ruedo o mejor dicho, a los campos.

Había jugado pero nunca había dirigido, había aprendido pero nunca había enseñado, desconocía todo ese mundo que se me venía encima y hoy puedo decir que no me arrepiento para nada de haber tomado ese camino.-

A día de hoy el fútbol base me ha dado más cosas de las que yo le he podido dar. Echo la vista atrás y me doy cuenta de todo lo que los niños le pueden enseñar a uno, de lo agradecidos que pueden ser, de las ganas que te contagian para seguir trabajando con ellos. Realmente son ellos los que me han hecho madurar como entrenador, como docente, los que me han hecho ser más paciente y especialmente los que me han ayudado a ver el lado más humano de este deporte en unas edades en las que es difícil entenderles y ponerse en su lugar.

Al final, uno va recogiendo los frutos de todos estos años, te vas dando cuenta de lo mayores que se van haciendo,  que ya no son aquellos "canijos" que se perdían entre camiseta y pantalón, que son los que ahora te llenan de orgullo cuando, ya jugando en categorías superiores o incluso habiendo abandonado la práctica del fútbol, aún se dirigen a ti diciéndote: "Mister"

Al final eso es lo que recoges: "un puñado de amigos".

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