OPINIóN
Actualizado 08/12/2014
Alejandro Vélez

Último día de puente de diciembre, para aquellos que lo hayan podido disfrutar, y de nuevo, como viene siendo costumbre en los últimos años, el discurso político aparta su convulso día a día para centrar el punto de mira en la constitución española. Esa que unos y otros utilizan casi de manera recurrente como un guión superfluo donde las escenas se dibujan entre actos institucionales de celebración, actos políticos que oscilan entre la exaltación, la modificación o la tibieza, pero a los que les falta, en mi humilde opinión, un respaldo más social, más ciudadano. Tengo la impresión de que la carta magna es para el "resto de los mortales"  como ese familiar al que se aprecia pero desde la fría distancia.

Creo firmemente en la constitución, si Cela dió el "ok" al texto no seré yo quien dude de el, pero ahora en serio, también creo que la clase política tendría que esforzarse más por hacerla realidad. No estaría mal agotarla y exprimirla de cumplimiento, que quizás sea la mejor manera de honrarla, y no utilizarla únicamente como "pose" monolítica, propagandística, festivalera e ideológica.

Me sorprende que por ejemplo desde el gobierno del partido popular el discurso vaya cambiando, eso sí muy "a lo gallego", del  "no se toca" al de "modificaciones concretas". Me deja perplejo y ojiplático que desde Cataluña hablen de ella como "jaula" o que el PNV no la "reconozca", pero ofrezca una rueda de prensa el día de su cumpleaños? Que fácil es ser ventajista, por no decir otra cosa más faltona, y aprovecharse de los derechos que te otorga  huyendo de las responsabilidades que conlleva amparándose bajo su manto.

Para mí, llámenme simple o romántico, lo más importante fue el trabajado consenso político y masivo respaldo social del que nació, como motor de un país que caminaba decidido hacia un objetivo común: La democracia. Aunque también creo que no se ha sabido estar a la altura para rematar y cerrar ciertas cuestiones propias del momento, y que ahora "colean".

Es responsabilidad de todos honrarla día a día, pero más de aquellos que son sus directos depositarios. Creo que hace falta fijarse más objetivos comunes y definir una "segunda transición" desde nuestra constitución. Utilizarla para ejecutar sin rodeos sus preceptos y "desgrasar" al estado de obesidades políticas. Pero tristemente tras los fastos y el "fiestorro" volverán a cuestionarla desde la territorialidad, a mancillarla desde la parcialidad o a pisotearla desde la desigualdad.

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