Nos rasgamos las vestiduras tras el último asesinato de un extremista del fútbol, como si la violencia aparejada a ese deporte fuese algo nuevo.
De ahí el apresurado y asustadizo paquete de medidas tomadas para zanjarla. No están nada mal, me imagino, pero cabe hacer dos ingenuas preguntas al respecto: 1) ¿por qué haber esperado hasta ahora para tomarlas? y 2) ¿por qué no se hizo nada antes, cuando se reiteraba el incumplimiento de anteriores normas preventivas?
Que la violencia futbolística extrema no es de hoy lo prueba el que el asesinato del seguidor de la Real Sociedad Aitor Zabaleta ocurrió hace 16 años. Y de su extensión nos hablan los 30 grupos radicales que van desde los Ultra Boys, del Sporting de Gijón, a los Brigadas Amarillas, del Cádiz.
Claro que el deporte, en general, y el fútbol, más particularmente, es terreno abonado para cualquier tipo de desmanes. En principio, por esa extraño foro normativo ?¿no están expresamente prohibidos los tribunales especiales en nuestra legislación?? que permite que los delitos cometidos en un campo de juego o a causa de la competición sean dirimidos por los propios jerarcas futboleros, quienes los liquidan con penas mínimas.
Por otra parte, ¿quiénes son los mandamases de este deporte?: la mayor parte de las veces, tipos impresentables, objeto de sanciones y recusaciones varias, algunos de ellos en la cárcel, como el sevillista José María del Nido, y otros acusados en firme de delitos tan truculentos como el intento de secuestro realizado por el ex valencianista Juan Bautista Soler.
Dudo que haya actividad social que concite tantos y tan siniestros personajes. Claro que eso sucede en todos los países, desde Argentina a Francia, pero aquí lleva mandando en el fútbol desde hace 26 años Ángel María Villar, individuo que cuando era jugador en activo golpeó sin balón a Johan Cruyff sólo porque era mejor que él. Ya ven qué ejemplo más lleno de significado para los amantes de este deporte.
Por todo lo dicho, me parecen estupendas las medidas anti-violencia en el fútbol, pero ¿no estaremos trasladando con ello el extremismo radical a otras actividades estrictamente políticas? No olvidemos que estos grupos de energúmenos canalizan una violencia que en otros países toma forma de partidos xenófobos, extremistas y de acción directa para cuya represión a lo mejor no estamos preparados.
Al tiempo.