Dice el alcalde de Salamanca, Alfonso Fernández Mañueco, que el envío de las 260 cajas de documentos con destino a la Generalitat de Cataluña, que tuvo lugar el pasado jueves, "zanja definitivamente" la salida de legajos del Archivo de la Guerra Civil con sede en Salamanca, hoy Centro Documental de la Memoria Histórica (CDMH).
Pues si él lo dice, será así, pero la sensación es bien distinta, aunque también es verdad que después de tantos dimes y diretes, la indiferencia se ha apoderado del personal e incluso de los políticos quienes ahora miran para otro lado cuando en otro tiempo se apresuraban a fletar autobuses y a encabezar manifestaciones que decían que eran multitudinarias.
Ahora, las cosas se ven de otra manera ?estar en el Gobierno es lo que tiene- y no basta con escudarse en que se ha votado en contra de la salida de documentos ?el Ayuntamiento y la Junta de Castilla y León así lo hicieron- porque, al final, el empeño de unos cuantos es lo que ha triunfado.
Siempre se ha dicho que lo que mal empieza, mal acaba y el caso del Archivo de Salamanca no podía ser una excepción. La que asegura el regidor que es la última salida de documentos se hizo, al igual que la primera y algunas otra más, a hurtadillas, de madrugada y "con total falta de transparencia, a oscuras, en silencio y a escondidas", en palabras del presidente de la Asociación Salvar el Archivo de Salamanca, Policarpo Sánchez.
Lógicamente, convocar a los medios de comunicación para que fueran testigos del traslado era algo impensable, pero, a buen seguro, no será tal cuando se trate de anunciar que se van a incrementar los fondos del CDMH ?en la etapa socialista se cuantificaban en kilómetros- o de inaugurar la sede de la Plaza de los Bandos porque lo de la tercera sede en el solar que el Ayuntamiento ha cedido al Ministerio de Cultura da la sensación que va para largo, si es que va.