El camino de la música es una constante pendiente ascendente. Cuando inicias la andadura es imposible parar, la música te pide más. Es un viaje tranquilo y lleno de paisajes, te llena de sentimientos y te transmite sosiego. La aventura está garantizada y el conocimiento te invade. Es una pena que sea un camino solitario cuando se trata de la composición. El ambiente ha de ser el idóneo: silencio, oscuridad y soledad. Es en ese momento cuando el cerebro empieza a funcionar trayendo imágenes de recuerdos, anécdotas, sueños o fantasías. Y según escribes vas aprendiendo nuevas frases, nuevas figuras, y todo empieza a sonar, transformándose la armonía musical en armonía propia, casi espiritual.