OPINIóN
Actualizado 03/12/2014
Juan Antonio Mateos Pérez

El domingo entramos en tiempo de Adviento, no sólo es un momento en el calendario en el suceder de la vida de un creyente, es un kairós, un tiempo oportuno y favorable. No tiene un carácter cuantitativo, es más bien cualitativo, se comprende mejor al vivirlo que al pensarlo o al escribirlo, es el tiempo de Dios. Este tiempo corresponde a la economía de la salvación, son momentos irrepetibles, en continuidad con la historia, pero que transforma y empuja esa historia,  como la encarnación, la pascua y resurrección.

El Adviento es un kairós, su centro está en la encarnación de Dios, en la presencia de lo divino en la historia, un Dios que se abaja y está con nosotros con todas las consecuencias. Este acontecimiento representa la plenitud de los tiempos, determina el centro de la historia en sentido cualitativo.

El Adviento tiene su  propia historia, ante esa realizad tan importante para un cristiano que cambia el sentido de la historia y de su existencia, en el siglo IV se empieza a dedicar unos días a la preparación de la Navidad. En el concilio de Tarragona, los fieles desde el 17 de diciembre, durante 21 días debían acudir diariamente a la Iglesia. En el concilio de Tours, los monjes de la Galia, debía de ayunar todo el mes de diciembre hasta Navidad. Tanto en Hispania, como en las Galia, este tiempo tenía en su origen un carácter ascético y penitencial, hasta el punto que llegó a ser considerado como pequeña cuaresma. Cambiará su sentido en el siglo VI, cuando es introducido en la liturgia romana, que lo concibió como un tiempo de gozo y esperanza ante la venida del Señor. Pero el carácter penitencial se mantendrá en el tiempo (de ahí el color morado de las vestimentas de adviento, iguales que en la cuaresma). Así en occidente, tendrá un doble sentido, tiempo de preparar la manifestación histórica de Dios y por otro, el tiempo escatológico, el fin de los tiempos. Es tiempo de preparación de la Navidad y tiempo de esperanza y expectativa de la segunda y definitiva venida de Jesús.

Desde el primer domingo de adviento hasta el 16 de diciembre se resalta más el aspecto escatológico, orientando el espíritu hacia la espera de la venida definitiva de Jesús. Del 17 al 24 de diciembre, todos los textos de la eucaristía se orientan más directamente a preparar la Navidad. Serán protagonistas tres figuras bíblicas: Isaías, Juan el Bautista y María. En Isaías resuena el eco de la esperanza que anima al pueblo de Israel en tiempos difíciles. Juan el Bautista es el precursor del Mesías anunciado, prepara sus caminos y sintetiza toda la historia anterior de Israel. En medio del tiempo de Adviento se celebra la fiesta de la Inmaculada, ella forma parte del misterio de la encarnación y redención de Jesús. Se ve en María la imagen de la Iglesia y esposa de Cristo.

La esperanza tiene que ver con la salvación, con esa iniciativa de Dios, que da un sentido a la realidad personal, social y cósmica. Esta esperanza abarca la totalidad de lo real. Estamos hablando de unos contenidos, que son iniciativa de Dios, no del hombre, aunque en colaboración con el hombre, que le ha entregado el orden del mundo. La esperanza, es esperar lo imposible, incluso contra toda esperanza, esperar a pesar de todo. También nos recuerda nuestra fragilidad y pequeñez en ese orden que cuidamos poco. La esperanza, no sólo tiene una dimensión temporal y futura, es una esperanza hacia el otro y al Otro. Apertura y desvelamiento de Dios y, apertura al hermano y sobre todo a los que más sufren o han sufrido. La esperanza tiene poder renovador de la vida y transformador del mundo. Desde aquí, se pone en marcha el dinamismo de la esperanza, que es fe y caridad. La esperanza impulsada por el amor y la caridad, a pesar del dolor y del mal, asume y transciende la historia, el tiempo y la muerte.

Esta esperanza y lo que significa recibir el don de la Buena Noticia, se resume en el tiempo oportuno de la Anunciación a María, en un Fiat de una mujer sencilla de Nazaret. Una mujer que desde niña leía y meditaba la palabra, los profetas y la esperanza de todo un pueblo. Ella se abandona al Misterio que la supera y la trasciende, experimenta un encuentro, desde su libertad, de adherirse al amor de Dios. Puede aceptar que su querer se identifique con el querer del Otro. Eso es el amor. Te acepto a ti, tú eres mi Dios. Esa experiencia de anuncio y de respuesta, se da siempre en el tiempo oportuno, en el Kairós de Dios.

Lento pero viene
el futuro se acerca
despacio pero viene
hoy está más allá
de las nubes que elige
y más allá del trueno
y de la tierra firme
demorándose viene
como flor desconfiada
que vigilara al sol
sin preguntarle nada
lento pero viene
el futuro se acerca
viene con proyectos
y bolsas de semillas
con ángeles maltrechos
y fieles golondrinas
despacio pero viene
sin hacer mucho ruido
cuidando sobre todo
nuestros sueños prohibidos
los recuerdos yacentes
y los recién nacidos
lento pero viene
el futuro se acerca
despacio pero viene
ya casi está llegando
con su mejor noticia
con una estrella pobre
sin nombre todavía
lento pero viene
el futuro real
el mismo que inventamos
nosotros y el azar
cada vez más nosotros
y menos el azar
lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene
lento pero viene
lento pero viene
lento pero viene

Mario Benedetti, "Lento pero viene", Cotidianas (1978-1979)

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