No soy yo quien para decirle a Cáritas lo que debe o no debe hacer. Doctores tiene la santa madre Iglesia para sopesar y decidir si el fin justifica los medios. Imagino el dolor de cabeza de los hermanos de Cáritas ante este gran fajo de billetes procedentes de la explotación laboral en el orbe católico donados este filántropo global. Una cantidad que supondría mantener durante todo un año los sueldos de sus trabajadores y los programas con los que ayudan a personas que lo están pasando fatal, que ni siquiera pueden ser explotadas en un taller clandestino de Inditex. No me gustaría estar en el pellejo de esta buena gente que, como yo, pertenecen a la Iglesia tan casta (y tan puta al mismo tiempo) que tiene que decidir si aceptan el pastizal para sufragar el pan de los pobres o, por el contrario, se lo devuelven al interfecto con las direcciones de todos los talleres y maquilas en los que elaboran sus prendas a lo largo y ancho del orbe católico globalizado y empobrecido. Eso sí, generando empleo. Y dando oportunidades laborales a la infancia para que crezcan con experiencia laboral. Of course.
El asunto, a mi entender ?que ya digo que voy muy justo- no es tanto la cantidad sino la calidad del donativo. Esto lo explica muy bien Lucas en el capítulo 21 de su Evangelio que, dicho sea de paso, es Palabra de Dios. Lo pongo aquí seguido para los que no hayan tenido la suerte de escucharlo o leerlo: "Jesús estaba viendo cómo los ricos echaban dinero en las arcas de las ofrendas y vio también a una viuda pobre que echaba dos monedas de cobre. Entonces dijo: Verdaderamente os digo que esta viuda pobre ha dado más que nadie, pues todos dan sus ofrendas de lo que les sobra, pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para su sustento".
Y una última cosa que tiene que ver con la ética, la moral, la deontología, el serlo y parecerlo. Los cristianos sabemos que la persona es lo primero y que el fin nunca justifica los medios. Dicho lo cual, si de mí dependiera le agradecía el donativo al multimillonario gallego y lo ponía en manos de la Fiscalía correspondiente para financiar una investigación que aclarase cómo ha amasado semejante fortuna a costa del sudor, las lágrimas y la sangre de los invisibles, de los olvidados, de los que dejaron de ser personas para convertirse en mano de obra. Y sólo cuando el juez juzgue, condene y confisque sus bienes, sólo entonces, utilizaría su sucio y sospechoso dinero para poner algo de remedio al mal causado.
Un donativo envenenado, o lo que es lo mismo: la de Amancio.