OPINIóN
Actualizado 29/11/2014
José Antonio Mirón

Es evidente que el Maltrato se ha convertido en un problema de Salud Pública por su frecuencia y repercusión familiar e impacto social. También porque pone de manifiesto el fracaso de la Sociedad civilizada en la resolución de un problema que tiene su origen en la falta de valores básicos y el respeto a los Derechos Humanos más elementales. Este problema requiere para su reducción y control de una estrategia mixta, poblacional y oportunista o de alto riesgo, que logre la efectividad en su atención integral mediante el trabajo de equipos multidisciplinares debidamente coordinados desde las distintas Administraciones Estales y Autonómicas y desde los distintos sectores como el judicial, el asistencial y el social. Estrategia poblacional porque los casos que salen en la prensa y en los medios de comunicación suponen sólo la punta del iceberg sobre una gran mayoría de casos que son silentes y que se padecen en la intimidad de los hogares y/o de las familias. Estrategia de alto riego para aplicar para aquellos casos en que existen indicios y evidencias sobre la existencia del maltrato.

Actualmente, este fenómeno social se comporta como una endemia dado que llevamos muchos años con este problema, que ha existido siempre con casos imperceptibles para la mayoría y que se solucionaban con pequeñas dosis de arsénico en la comida terminando con el maltratador en el campo santo sin que nadie, salvo la viuda, supiese que había ocurrido. Es decir, ocurría de una manera invisible y silenciosa. Además, como fenómeno social es multicausal y produce unos efectos que se presentan de forma aguda, como muertes violentas, y de forma crónica como problemas psíquicos para los integrantes familiares cuyas  consecuencias y repercusiones les afectados de forma directa y/o indirecta.

Muchas son las causas o concausas; pero la causa básica o fundamental que inicia los acontecimientos que da lugar a los efectos del maltrato es la falta de valores humanos como el respeto, la tolerancia y la igualdad. Cuando esto no existe se altera la inteligencia y la sensatez emocional dando lugar a un fracaso en la convivencia, a la insensatez y a la violencia. ¿Dónde se genera este fracaso?. Muy probablemente, en el seno de las propias familias al no cumplir su papel en la transmisión de valores fundamentales y también en los diversos niveles educativos donde con tantos cambios se está olvidando, lo fundamental, el aprendizaje de competencias transversales en conocimientos y valores necesarios para la convivencia en libertad, con equidad y con compromiso social. Por este y otros fenómenos como la crisis, las corruptelas y otros despropósitos la Educación de nuestro país está pidiendo a gritos un Consenso Nacional para que se pase página a su utilización ideológica, sociopolítica e intereses varios.

El problema debe, a medio y largo plazo, orientarse hacia la Promoción y fomento de los valores humanos en la infancia y en la juventud y a su Prevención mediante la Educación como pilar básico que haga de barrera en la transmisión de estas actitudes nocivas que condicionan y/o determinan en gran medida los casos silentes y porque estaremos muchas décadas con un goteo de casos agudos y una sangría social que supone su reincidencia. A corto plazo debe ayudarse a las victimas mediante su diagnóstico precoz de los casos de riesgo y alto riesgo mediante estratificación y realizar un asesoramiento tutelado de aquellas mujeres que toman la decisión de denunciar y, por tanto, se ponen en manos de la efectividad de las medidas de protección que aplican las Administraciones Públicas.

Para cada ciudadano, la responsabilidad de un estilo de vida basado en valores humanos saludables?

Para la Sociedad y su responsabilidad social, un sistema educativo que desarrolle y promocione competencias transversales como el respeto, la tolerancia y el compromiso social?

JAMCA

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