OPINIóN
Actualizado 28/11/2014

Si los farinatos fuéramos más serranos, más avispados para la cosa del negocio, obtendríamos mayor provecho, fama y riqueza de un animal exclusivo como es el cerdo ibérico alimentado con bellota

Lo mejor de cada lugar. Marisco gallego, morcillas de Burgos, anchoas de Santoña, naranjas de Valencia, butifarras de Barcelona, jamones de Guijuelo y farinatos de Ciudad Rodrigo. Hay, qué duda cabe, una diferencia de calidad, precio y rentabilidad entre nuestro austero embutido y los manjares que le han dado fama al pueblo de la sierra de Béjar, pero pocos saben que sus preciados jamones proceden de los cerdos que se ceban en el mejor bosque de encinas de la Península Ibérica, tan cerca de nuestra ciudad que con tiempo, curiosidad y prismáticos, puede verse desde la Muralla.

Emprendedores y astutos negociantes, en Guijuelo han sabido aprovechar el aire serrano para curar los Pata Negra con un resultado final de excelente calidad. Bien es cierto, que sin la mejor materia prima, o sea de los cochinos de Campillo de Azaba y de Espeja principalmente,  milagro sería conseguir esas cotas de exquisitez. Si los farinatos fuéramos más serranos, más avispados para la cosa del negocio, obtendríamos mayor provecho, fama y riqueza de un animal exclusivo como es el cerdo ibérico alimentado con bellota. Pero somos como somos y    sugerir a los ganaderos de la zona que se unan para crear una marca de calidad conocida, reconocida y valorada, muere antes de llegar a su destino. Es lo que hay.

Nos queda el honor de celebrar, el día de San Andrés, la lonja que marca el precio para los cochinos de bellota. Bonito domingo para dedicarlo a la exaltación de los productos ibéricos derivados del cerdo, o al menos para crear un espacio donde ganaderos, fabricantes y comerciales formen un solo pueblo y hablen la misma lengua siendo este el principio de sus empresas sin que nada impida el éxito de lo que se propongan. Más resulta que, como el año pasado, se dedica la ocasión para organizar una feria de vacuno Charoláis y Limousine, dos razas mastodónticas importadas de Francia que están desterrando a la autóctona y fina  Morucha y que tienen como principal atractivo engordar muchos kilogramos en muy poco tiempo, degradando a su paso, el suelo de nuestras dehesas. Es probable que reine la confusión en la ciudad cuando se mezclen los criadores de vacas con los de cerdos  y unos hablen el Limousine arameo, los otros el Hebreo charoláis para que no entienda ni sea entendido el del Ibérico Mandarín. Aunque bien pensado, puede suceder que de la confusión nazcan nuevos productos como el jamón charoláis de Bellota, la paleta ibérica de limousine o el chorizo de ternera. Que por supuesto comercializará y pondrá su sello el comerciante de Guijuelo, para más gloria de la Villa chacinera.

Mientas y ajenos al entuerto, madrugan los cebones para llenar su estómago de bellota, hierba y agua pura de la charca. Podría extenderme en detalles para referirme a la montanera de este año pero no exagero si digo que es la mejor de la historia y que es imposible que se vuelvan a dar las condiciones para que se repita otra igual. Esto lo conocen, de sobra, ganaderos e industriales y no hace falta ser un lince para saber que tienen en sus manos uno de los cinco productos más naturales y exclusivos del mundo, que  como tal hay que pagarlo, porque el consumidor está dispuesto a hacer esfuerzos económicos por lo superior. Pero para que el personal sepa lo que  compra hay que hablar, alto, claro y en un solo idioma, no suceda como con la torre de Babel que teniendo todo para ser la más alta y majestuosa no pudo llevarse a cabo por empeñarse quienes la construían en hablar lenguas diferentes, por mezclar cerdos con terneras.

Sepan que dentro de tres años cuando los jamones de los cerdos que hoy comen bellota en La Ribera del Azaba, se hayan curado con el aire serrano, no habrá en el planeta un manjar tan  majestuoso.

Jesús Cid López

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