OPINIóN
Actualizado 28/11/2014
Aída Acosta Alfonso

Tenemos estos días, una vez más , noticias de abusos sexuales a menores por parte de curas, en este caso en Granada. Con la gravedad de que no se trata solo de un cura concreto, sino de un grupo con algún tipo de organización. Agravado por el silencio cómplice de otros.


Estas noticias cuesta creérselas y son especialmente indignantes, porque se trata de miembros de una institución con una doctrina represiva de las relaciones sexuales fuera del matrimonio heterosexual. Mientras la Iglesia no acaba de aceptar la normalidad de la homosexualidad, algunos miembros se sirven de su rol religioso y protección institucional (hasta fechas muy recientes) para abusar de menores y vivir así su posible homosexualidad.


Lamentablemente no me extraña desde que en 1994 dirigí una investigación nacional (que aun sigue siendo la única de estas dimensiones) sobre los abusos sexuales a menores. En ella (los datos están publicados en libros y artículos) pudimos demostrar que, del total de hombres (en una muestra nacional representativa de personas que tenían en 1994 entre 18 y 65 años) que habían sufrido abusos siendo menores de edad, el 9% habían sido abusados por un cura o religioso. Un dato tremendo, si se tiene en cuenta  que son más casos que todos los abusos de chicos cometidos por familiares (un 4%). Por eso nos avergüenza que aun se escuche en congresos que la mayor parte de abusos los comete un familiar.


Es evidente que los eclesiásticos conocieron estos datos (los medios se hicieron un eco extraordinario y yo los he expuesto en multitud de lugares), y lo es más que durante años su reacción fue el silencio, esperando que  esta "bomba" no explotara en España, como lo ha hecho en otros países. Pero, y esta es la buena noticia, son cada vez más las víctimas que rompen el silencio. Y lo es también que, por fin, este Papa, no se ande con rodeos y sea partidario de tirar de la manta, ¿le seguirán todos los obispos? Nos felicitaríamos por ello ¡Aleluya!


También es verdad que este problema lamentablemente no es solo cosa del clero. Numerosas familias, directores de colegios (lo acabamos de ver en Madrid) y profesionales (un psicólogo de Madrid por ignorancia o irresponsabilidad justificó su silencio apoyándose en el secreto profesional) siguen silenciando los casos de abusos sexuales que llegan a conocer. Por ello, todos, debemos reaccionar, rompiendo el silencio, denunciando todos los casos, mientras los gobiernos (los de un signo y otro han sido irresponsables en este tema) se toman en serio la educación sexual y la protección de los menores a través de intervenciones educativas en la escuela. Si sabemos lo que hay que hacer, ¿por qué no se hace?

 

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