OPINIóN
Actualizado 27/11/2014
Alejandro López Andrada

Con muy pocas pinceladas dibujó las brumas del "Sur" en un libro delicioso. Luego bailó silenciosa entre sirenas enclaustrada en la nieve más alta y prodigiosa. En todo momento buscó la soledad y el gremio de los escribientes vanidosos la arrinconó en un olvido soterrado en el que silbaban tábanos y cornejas. Siempre huyó de los flashes, de las glorias literarias conquistadas de un modo zafio, sin talento. Ella era una narradora magistral que buceaba en el alma del lector y lo zarandeaba con el ritmo de su prosa enjundiosa, conmovedoramente atávica.


             Hace no mucho murió y entre las gramas del olvido al que le condenaron los del gremio, brotó el resplandor de algunas citas huecas. Es lo que suele ocurrir frecuentemente en esta sociedad vacía e hipócrita. Fue la autora de un libro que inspiró una gran película: "El Sur", de Víctor Erice. Aquella gente que le aplaudió en su momento, la olvidó: tapiaron la luz de sus libros con las sombras de una envidia taimada. Y así la arrinconaron: como al cielo de junio arrincona la tormenta. La falsedad no pudo, sin embargo, con la huella que hundió su palabra en sus lectores. Ahora descansa en paz, donde la nieve es azul bajo las pisadas de esa bruma que siempre iluminará su humilde nombre.

 

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