OPINIóN
Actualizado 26/11/2014
Miguel Mayoral

En pleno fragor de la batalla cuando las cosas estaban muy duras para los españoles, el General Prim se dirigió así a sus soldados: "Soldados podéis abandonar esas mochilas porque son vuestras, pero no podéis abandonar esta Bandera porque es de la Patria. ¿Permitiréis que el Estandarte de España caiga en poder de los moros? ¿Dejaréis morir solo a vuestro General?" Sus palabras surtieron efecto y así se ganó la Batalla de Castillejos, el 1 de enero de 1860, en las tierras de Africa.

Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás, pero quizás sea la única, según Einstein. Es por ello que uno de los valores humanos que más se aprecian es el de la libertad: libertad física, política, religiosa,? y más se nota su auténtico valor cuando, como el preso, se está privado de ella. Pero el problema filosófico de sí el hombre es realmente libre, no se plantea sobre este tipo de libertades, cuya posesión o falta son obvias, sino en el seno mismo de la decisión ¿está nuestra decisión predeterminada por causas que no dependen de nosotros?

Nos planteamos el problema de sí podemos decidir o hacer libremente lo que queremos. El tipo de libertad física, social  o aparente, que más se airea y del que más se habla, sin negar ni mucho menos su importancia, no es desde el punto de vista filosófico tan importante, lo es más la cuestión de la libertad de la voluntad, libertad de querer o libre albedrío. Se trata de averiguar si lo que queremos lo queremos libremente, es decir, si cuando actuamos con un acto voluntario tal acto es libre y hubiera sido posible haber querido realizar un acto distinto y sentirnos igualmente libres.

Parece que, caso de ser libre la voluntad humana, esta libertad sería algo exclusivo del hombre dentro de los seres del Universo, de ahí la importancia de la cuestión.

Los seres inorgánicos no actúan libremente, Venus no ha elegido su órbita, tampoco los vegetales y ni siquiera los animales parecen gozar de libertad, ya que suelen actuar encadenados por un conjunto de reflejos  e instintos. Sólo en el hombre se ha planteado este problema, ya que se ha planteado desde los inicios el pensar filosófico.

¿Es libre la voluntad en sus decisiones o no lo es? La voluntad humana no es nada previsible ya que siempre hay seres humanos que podemos decir obran sin juicio, otros con juicio pero no con juicio libre. El juicio del hombre no es sólo instintivo respecto de acciones particulares, sino racionalmente discursivo, obra con libertad de juicio, pudiendo decidirse por cosas opuestas, incluso por cosas que le perjudican. Luego necesariamente, siendo el hombre un ser racional, que tiene conciencia de su existencia, es, por lo mismo, al menos libre en su albedrío. De ahí la falta de previsibilidad de las acciones humanas y la necesidad de establecer reglas de convivencia.

Simular que se vive en la honestidad mientras se prescinde de ella es deslealtad o hipocresía. Tampoco es digna de elogio la actitud del que siendo honesto se presenta como si no lo fuera, ya que aparte de dar mal ejemplo cae en la falsedad. Pero aun es peor el deshonesto que alardea de serlo.

 

Dice un aforismo de Baltasar Gracián que el mayor defecto de un hombre es mostrar sus propias flaquezas. La frivolidad, con que algunos "protagonistas" de la vida económica, política y social lanzan ideas y opiniones sobre los temas de actualidad, dice muy poco en favor de su propia reputación. La gente de la calle empieza a estar harta de tanta ineficacia e ignorancia asalariada políticamente del Estado, partidos políticos e instituciones...

 

En tiempos que Julio César fue Pretor, un joven corrompido, Publio Clodio, se introdujo disfrazado de mujer en casa de éste con el propósito de acercarse a Pompeya, esposa de César. Descubierto Clodio, acto siguiente César repudió a su mujer. Cuando le preguntaron el por qué de tal decisión, ya que la infidelidad no se pudo probar, contestó: "La mujer de César no sólo ha de ser buena, sino que también ha de parecerlo".

 

Hoy, llama la atención las palabras de estos personajillos que viven de su momento de actualidad en los medios de comunicación. Creando muchas veces la imagen continua que lo que ahora se lleva es una falsa o ingenua sinceridad y naturalidad de sus conductas. En realidad lo que hacen es denostar u olvidar por falta de educación o por propia conveniencia los valores más nobles y, si alguna vez éstos son mencionados, es frecuente que sea para ridiculizarlos o despreciarlos.

 

Ser honesto y parecerlo, como bien dijo César, son dos cosas necesarias a la vez. Es un principio que no puede cambiar, porque es inherente a la dignidad de la persona. Lo triste de nuestros días es que al conocimiento verdadero se le tenga que denominar desengaño.

 

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