OPINIóN
Actualizado 25/11/2014
José Luis Martínez Garvín

Muchas veces he dado y recibido aplausos; pero en ambos casos me he planteado la pregunta: ¿Qué sentido tienen?

Los aplausos pueden ser fríos, tibios o cálidos. Hace pocos días, en un concierto en el que participaban los once coros de la Federación Coral Salmantina, pude apreciar claramente la diferencia entre los distintos aplausos. Los aplausos previos a cada actuación practican las virtudes teologales de Fe y Esperanza (de que sea buena la interpretación). Los aplausos postreros practican en algunos casos la virtud de la Caridad.(Podéis imaginar por qué).

También yo en mis conciertos como director de coros, cuando alguno se me viene abajo, hubiera preferido no recibir ningún aplauso para no verme obligado a volverme hacia el público con una forzada sonrisa.

Algunos me dicen que los dan por educación. Yo diría que los dan más bien por una falta de buena educación musical, como los que se dan entre los distintos movimientos de una pieza instrumental. Es gracioso ver las caras de los que se quedan solos aplaudiendo, extrañados de que sólo ellos aplaudan tan magnífica interpretación. Estos son los aplausos frustrados, que por suerte se dan cada vez menos.

    Los aplausos deberían seguir también las cuatro virtudes cardinales: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza. Dejo a vuestra consideración cómo aplicar estas virtudes a los aplausos que tan generosamente nos otorgáis.

Por cierto, si un presentador pide "un aplauso" para alguien, ¿por qué se le dan tantos?

Animo a quien no tengo mejores ideas a que escriba una tesis doctoral sobre los  aplausos. Sin duda podría ser muy aplaudido?

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