El viajero acaba de llegar a esta ciudad después de muchos años. En sus primeros paseos por las calles trasformadas percibe cambios, muchos cambios: todo está asfaltado, las calles, las plazas, las explanadas que rodean los bellos edificios. Tiene una sensación rara contemplando tanto asfalto: todo el suelo es limpio y frío. ¿Dónde jugarán los niños?, se pregunta. Le vienen recuerdos del pasado, de su infancia; él y sus amigos jugaban en una calle sin asfalto, y en plazas ajardinadas, con tierra. También recuerda que los adultos diferenciaban entre el progreso que significaba recubrir el suelo de losas o asfalto y la pobreza, el subdesarrollo que se mostraba en ese suelo al desnudo.
También percibe otros cambios, desapariciones: ya apenas hay pequeñas tiendas (la mercería, los ultramarinos, el taller de costura, la zapatería, la librería- papelería?) han sido sustituidas por elegantes tiendas impersonales, sin olores, invadidas por músicas machaconas, por productos que son los mismos en todas las ciudades.
¿Y los cines? ¿Dónde están?, se pregunta alarmado. ¿Y los teatros? Había muchos, el Coliseo, el Moderno, el Gran Vía, el Bretón, los Cinema Salamanca, el Taramona, el Liceo?Esos cines que fueron la ventana al mundo para todos los jóvenes, universitarios y no universitarios, donde cada mañana de domingo se iba al cine club a ver películas de lejanos países, seguidas de explicaciones, debates?¡Han desaparecido! "Aquí está el Teatro Liceo, mírelo, y en el norte de la ciudad y a las afueras hay otros cines modernos", le explica una pareja de estudiantes. ¡Ah,bueno!, menos mal.
También ve muchas menos librerías que las que la ciudad tenía en su juventud. Pero hay más bibliotecas. "Será que ahora se va a leer en las bibliotecas", deduce. Nadie va con libros en la mano, ni siquiera los estudiantes. Pero todo el mundo lleva una pequeña máquina luminosa en sus manos y todos, la miran continuamente, parece como si escribieran sobre ella, parece como que hablan con alguien, sin parar, como si fuera lo más importante de sus vidas.
De donde viene el viajero, allí, no existen esas máquinas, ni está todo asfaltado, ni hay grandes tiendas con escaparates seductores. Es todo más sencillo, hay olores a plantas, se oyen pájaros, se habla en las calles, el olor a incienso de algunas iglesias llega hasta la calle, se oyen campanas, los niños juegan a la pelota en descampados.
El viajero viene del pasado.