Cayetana Fitz-James Stuart, Duquesa de Alba, 88 años de una intensa vida, diferente a la de cualquier ciudadano de a pie, quizás por eso generaba la admiración de algunos y el rechazo de otros.
Este jueves nos dejaba Cayetana Fitz-James Stuart, Duquesa de Alba, personaje que no dejaba indiferente a nadie, atrás ha dejado 88 años de una intensa vida, diferente a la de cualquier ciudadano de a pie, como usted o como yo llevamos, quizás por eso generaba la admiración de algunos y el rechazo de otros, probablemente lo normal en su vida sería lo excepcional en la vida de la mayoría, lo que debe determinar la manera de actuar, de pensar e incluso de sentir.
Rompió desde bien joven con los esquemas y las expectativas que muchos tenían puestos en ella por su tan noble condición, siendo considerada una mujer adelantada a su tiempo, independiente, decidida, con la valentía y la responsabilidad de asumir el protagonismo de su vida, porque para asumir el protagonismo de la propia vida hay que ser valiente y responsable.
Por cuestiones de edad, para mí, la Duquesa ha sido la imagen de una persona mayor, y precisamente de una persona mayor que decide sobre su vida, con independencia de la opinión pública, y también con independencia de la opinión de sus propios hijos. En muchas ocasiones la Duquesa hizo evidente que su deterioro físico no era paralelo a un deterioro psicológico, por mucho que algunos se empeñasen en identificarlo, incluso de su entorno más íntimo.
Cuando decidió casarse por tercera vez, después haber enviudado dos veces, sus hijos la cuestionaron, frente a lo que ella confirmó su decisión planteando que nunca se había divorciado, a diferencia de sus hijos, a pesar de ello, de tener tan clara su decisión y estar en plenas facultades para decidir, renunció a un patrimonio, valorado en 1.000 millones de euros, para casarse con Alfonso Díez.
El bagaje adquirido a través de los años ofrece mayor identidad a la persona, se está más seguro de quien se es y por lo tanto de lo que se quiere cuando el camino recorrido es ya muy largo.
Cayetana ha sido símbolo de autodeterminación, de un envejecimiento que no está reñido con seguir siendo protagonista de la propia vida, que rechaza el proteccionismo de los que consideran a los adultos mayores personas incapaces sólo porque son mayores.