OPINIóN
Actualizado 23/11/2014
Raúl Berzosa

Queridos hermanos sacerdotes, queridos todos: la noticia del fallecimiento de nuestra querida Angelita me llegaba, desde Burgos, el día de Todos los Santos, por la tarde-noche. Y se me anunciaba que el funeral iba a ser el domingo, día de todos los difuntos, en la parroquia de Santa Agueda, ya que vivió, en los últimos años, en la Residencia Sacerdotal de la Diócesis de Burgos.

El Día de Difuntos, en esta misma Catedral, pedimos por todos nuestros seres queridos y, especialmente, por ella.

¡Qué providencial que falleciera justamente el día de todos los santos! Una mujer, sencilla, muy amable y volcada con todos los sacerdotes, según se la recuerda. Y con un grandísimo amor a Ciudad Rodrigo. En verdad, D. Demetrio tuvo mucha suerte: 24 años acompañado por una hermana tan ejemplar.

La primera lectura de hoy, tomada de la carta a los Filipenses, nos hablaba de que Jesucristo se rebajó hasta someterse a una muerte de cruz. Y por eso Dios lo levantó. Así fue la vida de Angelita: vivir sirviendo, sin hacer un proyecto de vida propio. El Señor, después de una vida centenaria, la habrá levantado para escribir su nombre en el libro de La Vida para siempre. ¡Lo único importante!

Además, como hemos recitado en el Salmo 21, Angelita supo entonar constantemente alabanzas al Señor, tanto en la Gran Asamblea cristiana, como en los rezos que hizo con su hermano, especialmente el Santo Rosario cotidiano.

Y, en el evangelio de San Lucas, una vez más nos ha estremecido la insistencia de la invitación a la boda, por parte del Señor, a quienes ponían miles de escusas. No fue el caso de Angelita: siempre estuvo pronta a las cosas del Señor y a las necesidades de los demás. Su lema fue servir, de forma heroica y ejemplar.

Se suele decir que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer. Corrijo el refrán y me atrevo a exclamar que "detrás de un gran obispo siempre hay una gran hermana". Seguro que D. Demetrio, el sábado, se llenó de alegría al volver a reencontrarse con su querida hermana en el cielo. Ya tenemos dos intercesores para esta Diócesis.

A ambos les pedimos que rueguen ante el Dueño de la Mies para que no nos falten nuevas y santas vocaciones sacerdotales. Es parte de la comunión de los santos.

Que la Virgen de La Peña de Francia, San Francisco de Asís, Santa Teresa, y nuestros patronos diocesanos, nos acompañen en nuestra andadura cristiana para encontrarnos, todos, un día en la Jerusalén celestial. Amén.

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