Este sábado Madrid será escenario de un intento a la desesperada. "Cada vida importa", afirmarán los miles de personas que se manifestarán defendiendo el derecho a la vida de muchas otras que no pueden reclamarlo para sí. Sólo se las ve y se las oye por ultrasonidos. Ni mandan whatsapp ni tienen perfil en Facebook ni, sobre todo, votan. Para ellas no hay "derecho a decidir". Quieren la independencia a su tiempo. Mientras tanto, en el seno materno y en el hogar en el que crecerán, requieren cuidados. De sus padres (ambos, madre y padre) y sus familias. Subsidiariamente, de la sociedad, de un Estado que será de Derecho si respeta el de todos a la vida. Otras vías no son aceptables para resolver conflictos. Porque matar nunca puede ser asumible, y menos a quien no puede defenderse.
Supongo que si no hubiera tenido que trabajar en este 22-N tampoco habría acudido a la manifestación en Madrid. Reconozco que no me entusiasman las grandes concentraciones, pese a compartir plenamente la reivindicación y a no temer por la serenidad de la protesta, enérgica pero pacífica. Me fastidiará, no obstante, no sumar uno más al total que se apresurarán a escatimar los medios progubernamentales y los proabortistas, que en esta causa suman fuerzas para restar vidas. Extraña alianza la suya. No obstante, no me resisto a volver a significarme desde esta pobre columna sabatina.
Evaluadas las encuestas y estimados los inconvenientes de actuar en coherencia con lo prometido, según peculiares interpretaciones, el gobierno ha decidido ignorar el programa electoral del partido que lo sostiene y éste ha optado por respaldar a aquél sin demasiada oposición (un ministro dimitido y alguna voz aislada). Del resto de grupos parlamentarios, que manejan parecidas encuestas o entienden que la vida del no nacido no es un bien a preservar, no esperemos otro rumbo. Seamos más o menos, quienes defendemos el derecho a la vida en España, hoy por hoy, somos una fuerza extraparlamentaria. ¿Una casta rancia y clerical o unos auténticos anti-sistema de "pata negra"? ¿Acaso nosotros no podemos reclamar un país "decente"? ¿No podemos?