OPINIóN
Actualizado 22/11/2014
Nunchi Prieto

La recién nombrada presidenta de la Asociación de Directivos de Comunicación (Dircom), Montserrat Tarrés, acaba de hacer unas declaraciones que suenan a música celestial, pero no por ello y dada la situación actual del sector, su contenido deja de ser prácticamente inalcanzable para la gran mayoría de los que se dedican al oficio de comunicar.

Dice la directora de comunicación y relaciones públicas de Novartis España que "hay que sentir lo que se dice y decir lo que se siente. Sólo en este convencimiento, tiene sentido la comunicación".

Como declaración de intenciones está muy bien, pero el día a día de un comunicador no es tan sencillo, siempre que nos refiramos a aquéllos que se han formado en las aulas universitarias y no de los intrusos que se ponen delante de un micrófono o de una pantalla de televisión para opinar y sentar cátedra de esto y de lo otro. Da igual el asunto porque creen o, al menos eso piensan, que se hallan en posesión de la verdad y que su opinión es la única válida.

Como Dircom es una asociación profesional con sede en Madrid, que agrupa a más de 900 directivos y profesionales de la comunicación en empresas, instituciones y consultoras de toda España, es muy probable que sus integrantes no se vean afectados por las penurias por las que atraviesan no sólo aquellos jóvenes recién salidos de las aulas, sino profesionales como la copa de un pino que ya no interesan.

Qué duda cabe que el mundo de la prensa ha cambiado y lo seguirá haciendo, y en ello tienen mucho que ver las redes sociales, ésas en las que cualquiera puede decir lo que le venga en gana cuándo y cómo le parezca bien, pero informar y dar cuenta de lo que pasa es otra cuestión mucho más seria.

El problema es que resulta más rentable mirar para otro lado. C'est la vie.

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