OPINIóN
Actualizado 18/11/2014
Montse Villar

Me alegra haber escrito unas líneas a modo de preludio del último poemario publicado por el poeta ecuatoriano Aníbal Fernando Bonilla. "Gozo de madrugada" apareció recientemente en Quito, bajo el sello de El Ángel Editor, esa magnífica empresa que lidera mi hermano Xavier Oquendo, magnífico poeta. Y me alegra que dicho poemario haya sido presentado hace poco en Punta del Este (Uruguay), en el marco del XIII Encuentro Internacional de Poetas y Narradores de las Dos Orillas, donde Bonilla asistió como invitado.

 

 

 

1.

He aquí un poeta llamado Aníbal Fernando Bonilla. Importa, y mucho, que nos centremos en los textos que ha ido escribiendo para ser semilla y surco, nutrientes para el des-aliento de otros hombres y mujeres que sienten y re-sienten un amor de espinas, un amor que completa y desarma y vuelve a instalar a quien ama (y/o desea) en medio de paraísos o vislumbrados espejismos.

Estimo que "Gozo de madrugada" es el mejor libro que hasta ahora ha publicado el poeta de Otavalo, y, por ello, considero un privilegio pergeñar unas líneas de pórtico sobre los versos que lo habitan, versos como estos: "Somos carne y pólvora / herencia de mitos y viejos acordes / huella contenida de desamparos y ternuras / maleficio en el umbral de la medianoche".

2.

En poesía lo único que merece la pena ser considerado es el voltaje que desprenden los versos, la conmoción que generan en el lector y oyente, las chispas que generan las palabras al rozarse o el mundo interior que ha movilizado para así completar la maravilla: la Poesía, esa flor extraña que es catapulta y cataplasma a la vez, rocío humedeciendo desiertos desde el principio hasta el último instante del ser humano.

Así va Aníbal Fernando Bonilla, Eros contra Tanatos en medio de su tiempo vivo: pasiones van, desamores vienen; gozos, insatisfacciones? sentimientos, pensamientos, estruendos del corazón?, un puente levadizo desde la carnalidad: licenciado en periodismo, el poeta consuma y comunica sus logrados esfuerzos: "Tú otra vez / Mujer / que afinas / mi locura / desde el fango / desde el humedal / desde el ensueño / en un solo grito / de compasión?". Lo anota con humilde franqueza, cierto, pero también con la destreza de quien respeta a la Poesía como una oración que mejor comunica con lo sagrado: y lo sagrado también incluye el Eros, los presentimientos o las incandescencias que relumbran en los ojos, las palpitaciones que aceleran su cotidiano existir.

3.

Bonilla escribe por cada instante perdido, por los extravíos, por las desmemorias? Por ello se entraña en los recuerdos, pero también se aferra a la piel de la hembra del hombre, y dice: "Manglar de recuerdos, / bullicio del viernes decadente / pariendo placeres / desde el enigma de la carne / desde el dolor a cuestas / y la exploración de los territorios prohibidos".

El declive del Amor espera otro nacimiento, un vagido sin límites y sin exequias. Mientras tanto el cuerpo se enardece, el alma sobrepasa y la voz se hace como de antaño y de porvenir: así se impregna de potencia verbal y espiritual no solo por las obvias lamentaciones que rotulan algunos tramos del libro, sino también  por las revelaciones que gasta su dolor junto a su esperanza.

 

 

4.

"Gozo de madrugada" es una larga plegaria para que prevalezca el amor, pero también la fe en estado de gracia, lenguaje junto a un reino: Poesía contra la anemia del existir sin vivificar los instantes: así frota sus amaneceres,  así enseña el corazón: respirando, re-andando, descargando su sintaxis inquieta, defendiendo su porción de Paraíso, huyendo hacia la carne amada: "Escapo del tumulto / en busca del suplicio / de tus labios. // Eres terremoto de mis sentidos / prueba de fuego / amapola detenida en el umbral / de las satisfacciones. // Desenfreno / en el tránsito / de agosto?".

¿Joven o viejo? Solamente poeta este Aníbal Fernando Bonilla, lo cual ya es mucho en este milenio que poda ?sin compasión- la poderosa realidad del Cuerpo y del Espíritu: Poesía para mortales que buscan lo divino en el vértigo de la Palabra que crece y crece, en la piel que más calienta.

Poesía vuelta carne.

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