OPINIóN
Actualizado 18/11/2014
Luis Gutiérrez Barrio

Dicen los expertos, se lee y se escucha en los medios de comunicación, también lo dicen los ministros de Hacienda y de Economía, hasta el mismísimo Presidente del Gobierno, dice que estamos saliendo de la crisis, que la macroeconomía está casi fuera de ella, que los números, esos que el ciudadano de a pie no entiende, indican que estamos creciendo, incluso a un ritmo superior al que lo está haciendo la mayoría de los países de Europa. Uno lee esto y de momento se alegra, alegría que dura hasta que cerramos las páginas del periódico, miramos a nuestro alrededor y nos enfrentamos con la realidad: el pobre de la esquina sigue ahí, con su bote vacío, apenas unas monedas de cinco céntimos cubren el fondo; el número de parados sigue estancado en un porcentaje vergonzoso; nuestros jóvenes siguen anestesiados con sus botellones y macro fiestas porque, ni quieren, ni tienen ganas de pensar en su futuro para no deprimirse; los bancos permanecen herméticos a los que más necesitan, mientras que para aquellos a los que no les hace falta, les abren sus puertas de par en par; los comedores sociales, no dan abasto para tanto necesitado como acude a sus puertas; los bancos de alimentos, a pesar de tener más toneladas de alimentos que nunca, se ven incapaces de hacer frente a la legión de necesitados que acuden con las manos vacías para obtener algo de alimento con el que poder resistir hasta el día siguiente; las personas mayores, con una mísera jubilación, ven como sus hijos regresan a casa, en busca de un techo y un plato de sopa caliente?

Vuelvo a mirar la prensa, la televisión? y ahí están otra vez los encorbatados ministros, presidentes de patronales, de grandes empresas, bancos y sindicatos, no faltan los dirigentes de todos los partidos, cada cual haciendo su paripé. Los unos pretendiendo hacernos creer que todo va bien, los otros, tratando de engañarnos diciendo que ellos lo harían mejor. Mientras, los reyezuelos de turno se baten en dialécticos duelos alrededor de una opulenta mesa, traídos y llevados por imponentes carruajes, con los bolsillos llenos hasta más no poder, con sus facturas, del tipo que sean, pagadas por el erario público. Otros muchos, que no se conforman con el robo legal, se aferran al descarado robo de cantidades que, aunque ellos y sus familiares vivieran quinientos años, serían incapaces de gastar. Ahí están, sonrientes en su poltronas esperando el momento de soltar su discurso o de apretar el botón que le hayan asignado.

La macroeconomía va bien. Saben, cuando oigo esto, me acuerdo de esas pirámides que se hacían (creo que ya no se lleva), con copas de cava. Se empezaba a llenar la que estaba en la parte más alta, cuando rebosaba, escanciaba el sobrante en las que estaban en la capa inferior y estas a su vez en las siguientes. Si hay cava para todos, hasta las copas de la base terminaban llenándose, eso sí, antes se tienen que llenar todas las demás. Pero qué pasa si no hay cava suficiente, que las de arriba siempre se llenarán, mientras que las que sustentan la pirámide, las que mantienen el peso de todas las demás, incluido el líquido que contienen, permanecerán vacías.

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