OPINIóN
Actualizado 17/11/2014
Lorenzo M. Bujosa Vadell

 

Qué le vamos a hacer? En estos tiempos de tribulación en que nos levantamos cada día con novedades poco agradables, a cuál más sorprendente, usted parece haber sido alcanzado por fuego amigo. Ya sabe cómo se las gastan en la política de nuestros desvelos. Es lo mismo a estos efectos padecer los desgastes de la mayoría que disfrutar de las esperanzas de la minoría: como no tenga las espaldas bien cubiertas? y aun así? le van a sacar aquel pecadillo del que usted ya ni se acordaba.

Que sí, que sí, que fue bonito mientras duró, pero eso estaba más enterrado que la momia de Tutankamón, estaba absolutamente amortizado y las previsiones para el futuro inmediato no eran malas. Dentro del desastre general que nos hace temer lo peor a cada encuesta que se anuncia, usted se mantenía en una previsible normalidad más que justificada: usted mismo tiene claro que han sido años de trabajo y dedicación, incluso de equilibrios en el alambre que no merecían la desmesura de tal acoso mediático; ahora que iba disfrutando de las mieles de la buena consideración general ?bueno, general no del todo; me da que más de un correligionario sentía tremenda envidia y odio africano por lo bien que le iban las cosas-.

Que el asunto nos ha alcanzado a todos escamados, en un acerado grado de indignación con la sucesión de despropósitos de muchos de nuestros ilustres y preparados para sacar punta al menor error, debería resultarle evidente y desde luego tranquilizar su angélica conciencia. En otras épocas más tranquilas hasta nos hubiéramos reído de lo que parece aguda picaresca y no es más que esfuerzo mal comprendido. A usted por desgracia le han tocado momentos difíciles. No podemos negarlo.

Que no se ha explicado bien, dicen: pues para quien no quiere entender todas las comparecencias son pocas. Encima que no se ha amedrentado y echado para atrás como le ocurre de continuo al supuesto gran jefe, que ni con agua caliente se le saca a dar explicaciones, y cuando se le saca uno se queda aún peor de lo que estaba. En cambio usted ha demostrado una valentía poco usual, nada nueva por cierto en la acreditada genética extremeña, que hasta en América demostró largamente carácter y decisión sin igual.

Que en cada comparecencia ha dicho cosas distintas? Pues sólo faltaba que hubiera dicho lo mismo. El tiempo es escaso y los medios de comunicación tienen exceso de trabajo. Agradecidos piensa usted que deberían de estarle los espectadores por añadir datos y precisiones a cada nuevo encuentro. Y si no han tenido tiempo los periodistas de revisar los innumerables documentos que se ha molestado en prepararles durante todos estos días, con cuidado inmejorable, pues tampoco debería ser objetable, cuando usted les ha aclarado con una capacidad de síntesis digna de encomio lo que se deduce de tanto papel innecesario. Ya lo ha dicho hasta el Presidente del Congreso: para qué son necesarios controles si todos los diputados son honorables e impolutos. Otra cosa son ganas de marear la perdiz. Y usted ha ido más allá explicando punto por punto, con claridad meridiana lo que nadie sensato le exigía.

Qué lamentable es, sigue pensando usted, que en nuestros días la sed de venganza por decir las cosas claras pretenda cobrarse piezas de tan alto potencial y tan dadas a mostrar una loable apariencia de honradez. Y concluye lamentando, cómo no, que a pesar de todo es usted un pobre desgraciado porque al fin y al cabo lo han pillado?

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