OPINIóN
Actualizado 16/11/2014
Enviado por arodri

Decía José Saramago: "¿Y si las historias para niños fueran de lectura obligada para los adultos? ¿Seríamos realmente capaces de aprender lo que desde hace tiempo venimos enseñando?"

Un adulto siempre fue antes niño. Este hecho condiciona que aún en la madurez, en todas las personas permanezca un punto de vista infantil que ayuda a traducir temas universales  o situaciones complejas en historias simples. Precisamente eso es lo que ofrece la literatura para niños: una lectura sin prejuicios, un relato simple que intenta despertar algo en el lector que lo recibe.

De hecho, muchos de los libros que en la actualidad se consideran obras maestras de la LIJ, fueron escritos por un padre para sus hijos, o por un adulto para unos niños concretos con los que le unía una vinculación en especial. Son historias que nacen del amor fraternal, que transmiten con fuerza y sencillez  sentimientos con los que cualquiera puede sentirse identificado. ¿Por qué limitarlas exclusivamente al público infantil? 


Rébecca Dautremer, una de las ilustradoras infantiles más importantes en la actualidad, piensa que la atracción que los libros infantiles ejercen sobre los adultos se debe a "la forma mucho más simple en que los mensajes, en especial los emocionales, se manifiestan en los libros infantiles. El adulto pone más barreras, hace todo más complejo".

Hay infinidad de títulos para niños en los que descansa un mensaje que tocará el corazón de los más mayores. De hecho, existen autores que son auténticos especialistas en la materia. Curiosead a Jimmy LiaoShaun Tan, Shel Silverstein o Wolf Erlbruch. Son sólo algunos de los ejemplos en los que disfrutar de los libros infantiles no es algo sólo apto para niños. 

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