Esta mujer desdichada en su matrimonio, muy bien descrita por Flaubert, fue instrumentalizada y engañada por sus amantes, hasta el punto de avocarla al suicidio. En este drama no está ella exenta de responsabilidad, pero quiero destacar hoy la falta de ética de la honestidad de sus amantes. Estos la deseaban y se sentían atraídos por ella, usando para seducirla (muy fácil, en este cas, dada su predisposición) palabras y promesas que no se correspondían con sus verdaderas intenciones. Deseaban tener relaciones sexuales con ella, pero éstas se asentaban en el deseo y la atracción, sin enamorarse y, mucho menos, sin el propósito de comprometerse con ella. Estas motivaciones son muy loables y hasta maravillosas, pero exigen que no se envuelvan en engaños y promesas que no se van a cumplir. Sus amantes son el prototipo de hombre que no le importa decir "te quiero y deseo vivir contigo", " me voy a separar de mi mujer", etc., cuando en realidad lo que desean es tener relaciones sexuales. Uno de ellos incluso le prometió huir con ella, para dejarla finalmente en la estacada el día fijado para escaparse juntos.
Es uno de los problemas más frecuentes aun hoy: decir lo que no se siente y prometer lo que no se va a cumplir.
La ética de la lealtad exige ser sinceros, no confundir al otro u otra con falsos afectos y compromisos engañosos. Y esto es especialmente necesario en las relaciones ocasionales, aquellas en las que no hay compromisos reales, para no hacer un daño innecesario e injusto. También, por supuesto, en las relaciones de pareja estables.
El placer con o sin afectos y los afectos sexuales sin compromiso, pueden ser una buena motivación para seducir si los implicados lo aceptan; paro es necesario que ambos sepan lo que sienten y a qué se comprometen para ser libres en el Sí o en el No; para no coincidir en la misma estación y, después de la relación, descubrir que no se va en la misma dirección.
"Se equivoco la paloma,
por ir al Norte fue al Sur"
Se equivocaba"
(Albertí)