OPINIóN
Actualizado 10/11/2014
Sagrario Rollán

En una sociedad desmoralizada como la nuestra, es necesario tener cierto coraje y fe en la educación, para mantener alta la voz y el renglón derecho cuando se habla de ética. "La ética es parte indeclinable de la vida humana, pero lo percibimos cuando nos falta, y los escándalos de corrupción, la desigualdad creciente y la pobreza intolerable reclaman otras formas de vida capaces de generar confianza, ejemplaridad y cohesión social en la vida pública"

Así se expresaba  hace unos días en El País Adela Cortina, recientemente galardonada con el Premio  Nacional de  Ensayo.  En los vaivenes de las diversas leyes de educación que hemos ensayado en los últimos decenios, donde nadie gana, el alumno siempre pierde y  la filosofía y el pensamiento son permanentemente cercenados, Adela Cortina viene siendo referente insustituible para los profesores de filosofía y ciudadanía que hemos trabajado con sus libros en el aula, al tiempo que  compartimos  y suscribimos muchas de sus ideas (que se inscriben en la ética del discurso de Habermas y Apel)

Donde falta el diálogo, el pensamiento crítico es imposible, como también es inalcanzable esa felicidad que preconizaran Platón y Aristóteles: resultado natural de la acción bien realizada,  culminación del logos compartido conducido a término.  

El pensamiento de Adela Cortina conjuga a la perfección la "eudemonía" de los clásicos y el deber  de los ilustrados (Kant). Tiene la capacidad y la voluntad de dirigirse a los jóvenes y a los empresarios, a los profesores y a los ciudadanos. No es una filósofa de gabinete para especialistas, ni de género para feministas, y se atreve a denunciar sin ambages la "aporafobia" que poco a poco,  a pesar de la crisis o por efecto de la misma,  se ha colado en las venas de nuestra sociedad (enferma) de bienestar, frustrada en sus aspiraciones.

Adela Cortina hoy tiene el coraje y la humildad de aceptar un premio que no deja de ser expresión de una vergonzante  paradoja. El mismo ministerio que le otorga el premio de ensayo por su libro Para que sirve la ética, arrasa por medio de la instauración de la LOMCE con cualquier proyecto crítico que quiera mantener la mente despierta,  la voluntad bien dispuesta y el deseo vivo de aprender. Pues ya es sabido que,  aparte de los recortes económicos,  esta ley margina  y desprecia la formación humanística, - en particular  la Filosofía y  la Ética-  en aras de la competitividad economicista, la domesticación para el lucro y los resultados maquillados en el escaparate de los informes europeos.

Adela Cortina al aceptar el premio ?otros lo rechazan para manifestar su descontento-, hace alarde del talante dialogante y conciliador que la caracteriza:  "la gratitud va de suyo",  señala, en tanto que preconiza la compasión y  la lógica cordial  como vías para alcanzar  la justicia. Ética de mínimos exigibles, en una sociedad pluralista para salvaguardar la dignidad de los iguales, de todos los iguales, pero para ello "resulta indispensable en la educación formal una materia con el nombre de "Ética", que ayude a reflexionar sobre los contenidos éticos compartidos a los que no podemos renunciar"

 

 

 

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