OPINIóN
Actualizado 08/11/2014
C. E.

Francia, la segunda potencia económica de la Unión Europea y quinta del mundo se encuentra, al día de hoy, en una situación parecida a la de  España en el año 2008. La economía francesa ha perdido tres puntos en el ranking mundial del comercio exterior. Es decir, las exportaciones se estancan, en tanto han aumentado notablemente las importaciones lo que se traduce en una drástica disminución de la demanda interna,  consumo débil, inversión privada en caída libre, no así la deuda pública que se dispara hasta el 95% del PIB y un déficit que alcanza este año los 85 mil millones de euros. Entretanto los empresarios galos, con Alemania y Bruselas en la vanguardia exigen al gobierno socialdemócrata recortes y más recortes: rebajar los impuestos y las cotizaciones sociales, ajustes presupuestarios, reducción del tamaño del sector público, eliminación de la jornada laboral de 35 horas, abaratamiento del despido, flexibilidad laboral y reducción de salarios. Esta música, estas terapias las conocemos demasiado bien los españoles, al igual que los griegos, irlandeses, portugueses o italianos. La Srª Merkel, no obstante, cual bálsamo de Fierabrás, insiste en ellas y pone a España como ejemplo de país cumplidor y exitoso: "¡Los españoles han salido de la crisis¡" ¿Hemos salido de la crisis? No, por desgracia los ciudadanos de a pié ni hemos salido de la crisis, ni vemos por ningún lado brotes verdes. Seamos precisos, salieron de ella, si alguna vez la sufrieron, cien españoles afortunados cuyos nombres circulan estos días por los periódicos, los cuales acumulan entre todos ciento sesenta y cinco mil millones de euros (¡declarados¡). Es decir, casi el 16 por ciento del PIB español. El origen de todo este desaguisado hay que buscarlo en Bruselas, en el riguroso y letal diseño neoliberal de la Unión Europea, del Banco Central Europeo. El problema no es el proyecto unionista, del que soy acérrimo partidario, sino de su configuración aprobada el 7 de febrero de 1992 en Maastricht. Allí se permitió que la Unión Europea fuera  secuestrada por lobbies financieros, a semejanza de EE.UU, quienes imponen sus reglas. Los resultados ya son evidentes, primera consecuencia: adios (tschüss, adieu, bye, chao) al estado de bienestar; segunda consecuencia: imparable deterioro de la economía productiva; tercera consecuencia: concentración de la riqueza en muy pocas manos; y, cuarta consecuencia: progresiva desaparición de las democracias (reales). Luego, en cada país se añade alguna característica propia. En España, por ejemplo, se acompaña de una masiva e indignante corrupción política y empresarial. ¡En fin, qué la tenemos difícil¡ La otra noche contemplaba dos fantásticos cellistas, Luca Sulik y Stjepan Hauser, interpretando en la calle de una ciudad europea, quizás fuera Maastricht, una pieza que lleva por título "Welkome to the Jungle" y me acordé de Francia...

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