Para el figura, el suelo es un ente misterioso, con vida propia. Da lo mismo que se trate del suelo de la calle, de un bosque, de una oficina o de un autobús. Defiende la teoría de que el suelo, como por arte de magia, se dedica a fabricar papeles, chicles, billetes de autobús, colillas, plásticos y cantidad de objetos inútiles que deben ser pacientemente recogidos por personal de limpieza que, una y otra vez recorren, escoba en ristre, las mismas calles, las mismas escaleras, las mismas playas. Lo curioso es que si todos esos lugares no están limpios, el figura es el primero en empezar a bajar santos del cielo, el primero en recriminar a los responsables el estado de suciedad en que debe vivir, y el primero en llamar cerdos a sus convecinos.
Cuando alguien tira con absoluto descaro algo al suelo, la estrategia consiste en poner cara de verdadero interés cívico y decirle, amablemente, que se le ha caído algo. Y ahí es donde el figura muestra su verdadera naturaleza antisocial. Una persona normal, ante la ingenua llamada de atención, se pone colorada, recoge lo tirado y da las gracias por el aviso. El figura, no. El figura saca pecho, levanta la voz y suelta perlas del tipo: "Hay más papeles en el suelo que yo no he tirado" o? "ya no me sirve" o?"si tanto te molesta recógelo tú".
Los amantes de la naturaleza tenemos una máxima que rige nuestra relación con el medio ambiente: "Que no se note que has pasado por aquí".
Figura, déjame que te diga una cosita: las calles, cafeterías o escaleras son nuestro medio ambiente, y me gustaría que estuviera limpio y bonito. Te digo esto porque, en contra de lo que crees, la basura no tiene patas, ni crece en el suelo, la basura está en el suelo porque la tiramos nosotros, porque la tiras tú, pedazo de guarro.