Francisco Santos va a hablar hoy en el Ateneo (20,30h, entrada libre) de una necesidad biológica: dormir; el descanso nocturno, el sueño. La necesidad de reponernos física y mentalmente de la actividad diaria, de la actividad laboral. Reponer la energía gastada durante el día. Poéticamente Hipócrates decía: "cuando el cuerpo duerme vela el espíritu".
Y no es un asunto baladí porque de un buen descanso depende nuestra óptima situación física y psicológica durante las horas diurnas. Cuando se descansa malamente por el día se está sonambulón, apayasado, desatento y deambulante. Como si no fuera contigo la cosa. Cabreado y con mal semblante. Dormir las horas debidas ?las que a cada uno le pida el cuerpo- ( la teoría es entre 7 u 8), hacer habitual un horario?
Es verdad que cuando uno tiene hipotecas que pagar, facturas que solventar y problemas de toda índole, descansar bien resulta un ejercicio utópico: es lo de Kant: "me dormí y soñé que la vida era belleza; me desperté y vi que era deber". Pues eso.
Quizá lo más soñable sería eso: soñar y soñar y no despertar hasta que escampara. Siempre he envidiado a los osos, cuando les llega el tiempo de ivernar. ¿Se imaginan cuatro meses calentitos en la madruguera de los sueños??
Shakespeare lo ponía en duda con aquello de: "morir, dormir. ¿Dormir? : Tal vez soñar."
¡Qué coño tal vez! ¡Fijo!