Nadie vive en la calle por gusto, nadie llega a una situación en la que no tiene nada porque la vida ha sido generosa.
Nadie vive en la calle por gusto, nadie llega a una situación en la que no tiene nada porque la vida ha sido generosa, pero se prefirió rechazar todo lo bueno que la vida ofrecía para quedarse con la soledad y la indiferencia de los demás, convirtiéndose en un ser invisible para la mayoría.
Historias muy duras detrás de una larga barba, un viejo y sucio abrigo, envueltas por el humo de un cigarrillo convertido en espesa niebla donde desaparece el individuo a los ojos insensibles de una sociedad conocida, paradójicamente, como la sociedad del bienestar, pero está claro que el bienestar no llega a todos los que componen esa sociedad.
Y es que la actualidad, la de hoy y la de ayer, espero que no la de mañana, está llena de paradojas, como la que tristemente convertía un cajero en el lecho de muerte de Enrique, un vecino sin techo de nuestro querido Barrio del Oeste, pero vecino al fin y al cabo.
Un cajero, símbolo del poder económico, del dinero, de finanzas, era, en el caso de Enrique, un lugar para echarse tranquilo, si es que podía estar tranquilo, que no lo sé, una vez escuché que un "sin techo" busca para descansar lugares concurridos, evitando que algún desalmado pudiese hacerle daño sin que fuera visto por nadie, sin tener la posibilidad de pedir una ayuda que tampoco esperaban recibir.
Ahora que unos nos quieren convencer de que "podemos", y otros de que "no pueden" me gustaría compartir mi reflexión de hoy con lo que muchos "NO QUEREMOS":
NO QUEREMOS que un cajero sea el nicho de un ser humano
NO QUEREMOS la indiferencia hacia los más débiles
NO QUEREMOS un mayor número de pobres cada día
NO QUEREMOS que nadie pase hambre
NO QUEREMOS dirigentes insensibles
NO QUEREMOS una sociedad que no sea capaz de ponerse en la piel del otro
NO QUEREMOS que alguien sea visible sólo cuando ya no está