OPINIóN
Actualizado 03/11/2014

Desde este apartado guindo uno ve pasar las noticias de la semana y, aunque pudiera parecer increíble, comprueba que aumenta cada vez más la saturación ciudadana y la rabia incontenida contra quienes están administrando la cosa pública. Ya se ha dicho aquí que no todos son iguales, y que tenemos constancia directa de la existencia de políticos de buena fe, pero de inmediato cabe añadir que parecen ya ser sino la escueta excepción.

Esta sensación de corrupción masiva, que hace suponer ese inevitable "y lo que no sabemos?", crece de semana en semana hasta puntos intolerables. Con lo que proporcionalmente se agranda la consecuencia directa de la desconfianza en el sistema y la consciencia de la necesidad de cambios radicales.

Pocos dudamos ya de la existencia de una verdadera casta, de puertas giratorias, de compadreos, de incapacidades manifiestas, de malversaciones poco disimuladas, de latrocinios puros y duros, es decir, para resumir: de una perversión de lo público que los sufridos ciudadanos no nos merecemos.

La cuestión es que todas estas noticias nos han pillado con el ébola rondando, con el bolsillo menguado, con la extraordinaria birlada, con los aumentos inexistentes, con más trabajo para quienes lo teníamos pero por el mismo precio, y sin trabajo alguno para los que están siendo excluidos del pan y la sal, trabajadores y empresarios honrados que habían empeñado hasta su vida y su hacienda para poder vivir dignamente y se encuentran ahora con el timo de la estampita en versión descomunal y generalizada. El contraste difícilmente puede ser más evidente.

En estas estamos cuando asoman por la colina una ristra de cercanas elecciones. Es sabido que desde hace mucho son solo las elecciones las que hacen mover las "encomiables" conciencias de los políticos de turno. Pues bien: también en esta ocasión. Las elecciones que se avizoran parecen lograr movilizar tales conciencias y desde hace meses algunos a los que les resta algo de sensibilidad empezaron a verle las orejas al lobo, en realidad los que tienen algo que perder.

Con ello unos y otros, otros y unos han empezado a apuntarse a operaciones de maquillaje que ilusionan a algunos despistados, o a unas lamentables y dudosas escenas de penitencia pública que hubieran sido más bonitas en otros momentos y con otro contexto, más que nada no se hubieran hecho deprisa y corriendo y con la yugular afectada.

El contrapunto son los indignados, que movilizan su estado crítico intentando experimentos políticos que no sabemos cómo van a acabar, aunque las circunstancias les van favoreciendo. Está a punto de salir una muy comentada, pero  nonnata ?en el momento que esto se escribe- encuesta del CIS, que por lo visto provocará terremotos en el espacio político.

Seguiremos comentando el delicado panorama, esperemos que con la suficiente tranquilidad y sosiego.

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