OPINIóN
Actualizado 02/11/2014
Paco Blanco Prieto

La realidad de los hechos suplanta por derecho propio a lo fingido.

No basta el deseo de hacer apócrifo lo real porque la visión de los hechos suplanta por derecho propio a lo fingido, por mucho que los fabuladores se empeñen en disfrazar la verdad con ropajes multicolores y sucesos impostores de una realidad imposible de modificar.

Pero dejadme que esta madrugada fabule con vosotros visiones apócrifas traídas al silencio de la pantalla en blanco por la rojiza luna que finge dormir el sueño de los extinguidos candiles, para no permitirnos ver inmigrantes hambrientos insertados en las alambradas y niños famélicos alimentándose con espinas de las rosas marchitas que agonizan en los estercoleros.

Soñad conmigo que las guerras son simples pesadillas que huyen al despertar ahogando la pólvora en los regatos de manantiales solidarios, donde los pobres sacian la sed de justicia bebiendo en las manos de redentoras de la generosidad ignorada en las crónicas litúrgicas, viendo que la pobreza asciende disuelta en el incienso ceremonial.

Acompañadme a ver la corteza de los huesos en las fosas comunes, donde agoniza la memoria del esparto cansado de pisar en zapatillas por una historia que nunca fue verdadera Historia, sino renglones mellados a quijadas de hermanos que leyeron el reverso del evangelio en el zaguán acre del escarchado desprecio,  hiriendo el costado de las mujeres que lloraban sus muertos en el fango.

Subid conmigo al reposo de las cigüeñas en la espadaña, a repicar por el advenimiento de la luz a la vuelta del exilio interior, para tallar en la ceniza del badajo el milagro del campanario que anuncia la derrota del llanto ennegrecido por el luto de la pobreza, mientras el espanto de la muerte se acomoda en la antesala nocturna de la vida extinta con astillada esperanza.

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