OPINIóN
Actualizado 02/11/2014
Son trece páginas manuscritas con una caligrafía uniforme, apenas corregidas por una docena de palabras introducidas entre líneas. Así se presenta el texto del "Pensiero alla morte", el impresionante "Pensamiento ante la muerte" que nos legó el Beato Pablo VI. He aquí siete de sus ideas fundamentales.
 
? El Papa se hace unas preguntas muy personales: "¿Yo quién soy? ¿Qué es lo que queda de mí? ¿A dónde voy? ¿Qué debo hacer? ¿Cuáles son mis responsabilidades?" De todas formas no entabla un monólogo subjetivo, sino un diálogo con la Realidad divina, "de la que vengo y a la que ciertamente voy", a la luz de Cristo.
 
? A la hora de su muerte, Pablo VI desea permanecer en esa luz que aclara las memorias más bellas y atrayentes, aunque incompletas y nostálgicas. Esa luz que nos revela la vaciedad de una vida fundada sobre bienes efímeros y esperanzas falaces. Desea expresar su gratitud, puesto que todo el camino recorrido es un don y una gracia. A pesar de sus dolores, esta vida es un hecho bellísimo, un prodigio siempre original y conmovedor.
 
? El Papa evoca el panorama encantador de este mundo inmenso, misterioso y magnífico. Y se lamenta de no haber admirado lo suficiente este cuadro en que se revelan las maravillas de la naturaleza. Pero, al menos al final, quiere reconocer qué estupendo es este mundo, creado por la Sabiduría y por el Amor de un Dios Creador y Padre nuestro.
 
? Además, Pablo VI quiere aprovechar "la hora undécima" para hacer algo importante, antes de que sea demasiado tarde. Y se pregunta cómo reparar las acciones mal hechas, cómo recuperar el tiempo perdido y como aferrarse a "lo único necesario" en esta última posibilidad de elección. Así que a la gratitud acompaña el arrepentimiento y la petición de misericordia.
 
? Con todo, el Papa no quiere  solamente mirar hacia atrás. Desea hacer de buena gana, simple, humilde y fuertemente el deber que exigen sus circunstancias, en las que ve la voluntad de Dios: "Hacer pronto; hacerlo todo; hacerlo bien; hacer alegremente lo que ahora Tú quieres de mí".
 
? En ese momento, Pablo VI evoca su vida, confiesa que ha vivido para el servicio de Dios y para el amor a Dios. Por eso trata de reunir las fuerzas que le quedan para no retraerse de la donación total de su vida, para hacer de su muerte un puente hacia el gran encuentro con Cristo en la vida eterna.
 
? Ruega al Señor que le conceda la gracia de hacer de su muerte, ya cercana, un don de amor a la Iglesia. "Siempre la he amado; fue su amor lo que me sacó de mi sórdido y selvático egoísmo y me orientó a su servicio; por ella, y no por otra cosa, me parece haber vivido. Pero quiero que la Iglesia lo sepa y tener la fuerza para decírselo, como una confidencia del corazón, que sólo se tiene el valor de hacer en el último momento de la vida".

Ahora que ha sido declarado Beato, agradecemos a Pablo VI el  amor que manifiesta a todos los hombres, con los que ha tratado de compartir la efusión del Espíritu Santo.

 

SOLEMNIDAD DE LOS FIELES DIFUNTOS 2 de noviembre de 2014

LA CASA DEL PADRE
 
"La misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión; antes bien se renuevan cada mañana. ¡Qué grande es tu fidelidad!" (Lam 3,22-23). Esa confesión de fe que se encuentra en el Libro de las Lamentaciones recoge los dos grandes atributos con los que Dios se presenta a sí mismo ante Moisés  (Éx 34,6-7). 
 
El poema recoge los lamentos de un hombre agotado, enfermo, próximo a los umbrales de la muerte. Sin embargo, no cae en el abatimiento y en la desesperación. Aun en esta situación tan difícil, su fe lo ayuda a confiar en el Dios misericordioso y fiel que no olvida a sus hijos.
 
El texto que hoy se proclama se cierra con unos versos en los que se repiten por tres veces las expresiones relativas a la esperanza. Hermoso ese último verso en el que nos parece descubrir la serena confianza del que sufre sin abandonar su fe: "Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor" (Lam 3,26).
 
EL BAUTISMO Y LA MUERTE
 
 Esta experiencia de la fe en momentos difíciles se hace especialmente llamativa en este día en que recordamos a nuestros hermanos difuntos. En la carta a los Romanos (6,3-9), el apóstol Pablo recuerda la vinculación entre la muerte y el bautismo. Al bajar a las aguas bautismales nos unimos a la muerte de Cristo y a la esperanza de su resurrección.
 
No es extraño que en la liturgia funeral se hagan presentes algunos ritos que nos recuerdan nuestro bautismo, como el manto que a veces cubre el ataúd, el encendido del cirio pascual, o la aspersión con el agua bendita. Evidentemente, no se trata de magia. Se trata de evidenciar aquello en lo que creemos. 
 
Y creemos que la muerte al pecado nos une a la victoria de Cristo sobre el mal y sobre la muerte. Con razón exclama San Pablo: "Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él". 
 
PROMESAS DE ESPERANZA
 
Es necesario insistir: no se trata de magia, se trata de fe. Así lo dice Jesús a sus discípulos en el evangelio que hoy se proclama (Jn 14,1-6): "Creed en Dios y creed también en mí". El Maestro se compromete con tres promesas que alientan nuestra esperanza:
 
? Os prepararé sitio. Jesús se refiere al final del camino, al encuentro y la convivencia, el amor y la intimidad. Esas son las imágenes que evocan la felicidad de una vida prometida, que ha de durar para siempre, siempre, siempre.
? Volveré y os llevaré conmigo. Al leer estas palabras recordamos a Moisés que, enviado por Dios desde el desierto, vuelve donde sus hermanos para liberarlos y llevarlos consigo hacia el camino de la libertad. Jesús es el nuevo y definitivo liberador.
 
? "Para que donde estoy yo estéis también vosotros". Jesús había sido anunciado con el título del "Emmanuel",  es decir, Dios con nosotros. En esta promesa, que recuerda las palabras que dirige al ladrón arrepentido, Jesús se compromete a cumplir su nombre: estaremos con Él.

 - Padre nuestro celestial, escucha las oraciones que te dirigimos por nuestros hermanos difuntos y fortalece nuestra esperanza de participar en tu casa de la gloria que nos ha prometido Jesús, nuestro Señor y Liberador. Amén.

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