Titus (o Caius) Petronius Arbiter, al que conocemos por algunos fragmentos de su Satiricon, sátiras muchas de ellas de erotismo explícito, y por breves noticias de Tácito, descolló en la corte de Nerón como "árbitro de la elegancia". Tuvo éxito en el Senado romano cuando pronunció esa frase Verba volant, scripta manent, que esta hoy todavía en boca de muchos que no saben quien la pronunció por primera vez. Lo que sucede es que hoy no sigue siendo verdad eso de que las palabras vuelan en el sentido que lo decían los romanos: que si no se escriben se las lleva el viento, es decir desaparecen, al contrario de lo escrito que permanece. Hoy los medios técnicos hacen que no desaparezcan las palabras pronunciadas, si merece la pena conservarlas. Lo que si es verdad es que hoy las palabras "vuelan" de unos continentes a otros a través de los medios de comunicación. Y es en esa palabra que vuela, la que se pronuncia, donde percibimos algo que no ha podido recoger el Diccionario de la Lengua española. Es la entonación o lo que llamamos "acento" del español en los distintos países donde se habla. Entre las 9000 nuevas entradas o palabras del nuevo Diccionario muchas son americanismos, que se han incorporado al habla en estos últimos tiempos. En el Diccionario son palabras escritas, que no se oyen. Pero, qué bonito es oírlas, esas y todas las demás, a una argentina, como las escuché yo mismo hace pocos días en una mesa donde había también otros personas de nacionalidades distintas de habla española, cada cual con su acento. Y me refiero a la pronunciación de Argentina no sólo porque me gusta sino por el dominio que tienen de la lengua española, hecho que podríamos extender a otros países hispanoamericanos, cada cual con sus peculiaridades, hasta, con frecuencia darnos ejemplo a los españoles, del manejo de nuestro idioma. Eso no puede recogerse en un diccionario, pero está bien que lo recordemos, porque es otro aspecto de la riqueza de nuestra lengua.