OPINIóN
Actualizado 26/10/2014
Jesús Garrote

Hemos tenido el privilegio de conocer a un grupo de niñas camboyanas, algunas de ellas en silla de ruedas por haber topado mientras jugaban con minas antipersona.

Comieron con nosotros en Santiago Uno y después tuvimos un rato de alegría y arte donde nuestros chicos de la escuela de circo se vistieron de gala para ellas y les regalaron su mejor arte .

Pero en este caso el plato fuerte fue cuando ellas dijeron que nos iban a cantar una canción y a bailarla, se llamaba "La flor del universo". Sus voces suaves, sus elegantes movimientos y su sincera sonrisa nos emocionaron y nos cautivaron, no se movía ninguno de los nuestros que aparentemente son más de rap, estaban  hipnotizados.

Damos las gracias a Cáritas por contar con nosotros y por traerlas para que en Calatrava  exhibieran su bonito espectáculo de ballet.

En un ratito nos regalaron ternura a raudales, alegría y una especie de transmisión de paz. Yo le preguntaba a una de nuestras chicas que por qué a ella le costaba más sonreír.

Era el día de la Pobreza Cero y acompañamos la lectura del manifiesto con nuestra percusión. Es cuando menos paradógico que en un día simbólico como este, lo más noticiado siguen siendo las tarjetas de exministros, sindicalistas, etc. Me quedo sin palabras ante tanta desigualdad e injusticia.

Nadie más lejos del  pesimismo, los que somos afortunados  de estar al lado de los abandonados y olvidados  estaremos en eterna deuda con ellos.

Me cuesta traspasar lo obvio cuando analizo y vuelvo a analizar  lo que resalta la prensa, cuantos manantiales de ilusión y resiliencia se dejan sin subrayar.

Las niñas  que han venido nos ayudan a relativizar lo que llamamos problemas , a buscar hasta en el infinito caminos de esperanza.

Aquí ante el ordenador intento visualizar las semejanzas de muchos de nuestros niños de Santiago Uno con la niñas Camboyanas y tienen más que con las del colegio público de al lado o con las del concertado. Somos un tercer y cuarto mundo que crece y cada vez con niños más pequeños.

Hace unos años los niños que llegaban a Santiago Uno con problemas de conducta eran mayores y con más vida en la calle. Cada vez vienen más pequeños por que los padres aguantan menos y tienen menos recursos y los mayores van directamente a la cárcel.

Ha venido un antiguo educador de Santiago Uno  que actualmente tiene importantes cargos en empresas multimillonarias y nos manifiesta que el aprendizaje diferenciador lo hizo con nosotros y quiere ayudarnos a encontrar trabajo para nuestros chicos mayores.

Aquí se genera una arquitectura invisible que nos permite vivir en el aire, que no del aire.

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