Sorprende la trascendencia mediática otorgada al caso de Francisco Nicolás Gómez, un hombre que, sin aparentes atribuciones para poder hacerlo, ha estado haciéndose pasar por importante ?así, a degüello- ante cargos, autoridades y personajes que parecían serlo de verdad. Y sorprende más en un país en el que la falsa apariencia, el fingimiento, la mentira, la doblez y la simulación ?también el pago de favores y el servilismo-, se han convertido en mérito preferente para lograr nombramientos y alcanzar puestos, cargos e influencias, y en el que día sí día también descubrimos la incapacidad generalizada para el ejercicio de responsabilidades, la negligencia en el desempeño de cometidos o la ignorancia en los temas por los que se cobra por gestionar, personificados en ministros, directores generales, consejeros, parlamentarios, banqueros, jueces y mil y una denominaciones con que se adornan jugosos puestos, poltronas y dignidades no sólo muy rentables social y políticamente, sino, económicamente, exageradamente jugosos.
Como si estuviesen convencidos de su propia idoneidad para el cargo y la responsabilidad que ostentan, los aparentemente importantes gestores ?políticos, banqueros, ministros... ya se sabe-, condenan y anatematizan el comportamiento de este pobre Francisco Nicolás, maldiciendo sus prácticas, rechazando sus embustes, destituyendo a sus cómplices o condenando sus correrías ?algunas con oportuna prueba fotográfica a la vera de sus inquisidores-, en un intento más bien patético de trazar una visible línea entre cierta instancia de "autenticidad" y legitimidad que ellos mismos dicen representar, y el territorio de la falsedad donde se movía el infeliz Francisco. Lo peor es que todos sabemos que la inmensa mayoría de los cargos "legítimamente importantes" ?podríamos así llamarlos-, no son sino fingidores de unas capacidades, conocimientos, influencias e importancia que evidencian su mayúscula falsedad en cuanto hay que convocar una rueda de prensa con preguntas, acudir a un interrogatorio judicial o, incluso, hacer frente a una multa de tráfico.