OPINIóN
Actualizado 25/10/2014
Ángel González Quesada

Sorprende la trascendencia mediática otorgada al caso de Francisco Nicolás Gómez, un hombre que, sin aparentes atribuciones para poder hacerlo, ha estado haciéndose pasar por importante ?así, a degüello- ante cargos, autoridades y personajes que parecían serlo de verdad. Y sorprende más en un país en el que la falsa apariencia, el fingimiento, la mentira, la doblez y la simulación ?también el pago de favores y el servilismo-, se han convertido en mérito preferente para lograr nombramientos y alcanzar puestos, cargos e influencias, y en el que día sí día también descubrimos la incapacidad generalizada para el ejercicio de responsabilidades, la negligencia en el desempeño de cometidos o la ignorancia en los temas por los que se cobra por gestionar, personificados en ministros, directores generales, consejeros, parlamentarios, banqueros, jueces y mil y una denominaciones con que se adornan jugosos puestos, poltronas y dignidades no sólo muy rentables social y políticamente, sino, económicamente, exageradamente jugosos.

Como si estuviesen convencidos de su propia idoneidad para el cargo y la responsabilidad que ostentan, los aparentemente importantes gestores ?políticos, banqueros, ministros... ya se sabe-, condenan y anatematizan el comportamiento de este pobre Francisco Nicolás, maldiciendo sus prácticas, rechazando sus embustes, destituyendo a sus cómplices o condenando sus correrías ?algunas con oportuna prueba fotográfica a la vera de sus inquisidores-, en un intento más bien patético de trazar una visible línea entre cierta instancia de "autenticidad" y legitimidad que ellos mismos dicen representar, y el territorio de la falsedad donde se movía el infeliz Francisco. Lo peor es que todos sabemos que la inmensa mayoría de los cargos "legítimamente importantes" ?podríamos así llamarlos-, no son sino fingidores de unas capacidades, conocimientos, influencias e importancia que evidencian su mayúscula falsedad en cuanto hay que convocar una rueda de prensa con preguntas, acudir a un interrogatorio judicial o, incluso, hacer frente a una multa de tráfico.

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