OPINIóN
Actualizado 25/10/2014
María Ángeles Rodríguez

Cada día nos levantamos con un nuevo caso de corrupción, el último es el de las tarjetas opacas de CAJA MADRID; más de 80 consejeros que recibían dietas generosas por asistir a  Juntas y consejos; todos ellos, gente importante de la vida social y política, nombrados por los partidos políticos, sindicatos, organizaciones empresariales; todos ellos defendiendo sus propios interese y los de las entidades que  allí los pusieron y a las que  representan.
 

Estos inocentes señores han tirado, en gastos personales, más de quince millones de euros sin ningún rubor: comidas, viajes, joyas, regalos y demás minucias. Y cuando este escándalo ha salido a la luz, algunos hasta han tenido la osadía de manifestar en   distintos medios su indignación. ¿Indignados por haber sido descubiertos?

Aquí volvemos a encontrarnos con los artífices del hundimiento de Caja Madrid y Bankia: un exministro de economía, que no es capaz de terminar ningún trabajo, y el antiguo amigo de un ex presidente, al que lo único que parece importarle es la buena vida y el derroche. Son los dos antiguos dirigentes de esta entidad bancaria que pusieron en práctica el uso de dichas tarjetas, gastando a manos llenas mientras el país caía en una profunda crisis y miles de pequeños ahorradores perdían el dinero invertido en acciones preferentes.

La vida de amor y lujo es cara, y cuando no se tienen fondos propios para financiarla hay que recurrir a otras fórmulas para obtenerlos. ¿Qué se hunde una entidad bancaria? No importa, siempre estarán los amigos para rescatarla, y como siempre el resto de españolitos para pagar.

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