OPINIóN
Actualizado 24/10/2014
Daniel García

Hoy en día no existen dudas respecto a los efectos que la obesidad ejerce sobre las tasas de morbilidad y mortalidad, es decir, de la producción de enfermedades y muertes, favoreciendo la aparición de factores de riesgo vascular como son la hipertensión arterial, hiperlipemia, intolerancia a la glucosa, así como de otros trastornos. Además, la mayor frecuencia de patología respiratoria de tipo restrictivo, poliartrosis y disfunciones psicológicas completan las complicaciones que se derivan de la obesidad, otorgándole un lugar destacado en la escala de enfermedades con impacto significativo sobre la salud pública. La creciente prevalencia de la obesidad incrementa aún más la necesidad de establecer planes de acción encaminados a su prevención y tratamiento.

Entendiendo la obesidad como un acúmulo excesivo de energía en forma de grasa, es inevitable hacer referencia a la ecuación de balance energético para tratar de explicar su causa. Así, el mantenimiento del peso corporal depende del equilibrio entre la entrada calórica, representada por la ingesta alimenticia, y el gasto energético, que se desglosa en el metabolismo basal, la termogénesis y el efecto térmico de la actividad física. El desequilibrio a favor de la ingesta o en detrimento del gasto, conduce al balance energético positivo. Tanto factores genéticos como ambientales, biológicos y socioculturales, operando a través de mecanismos metabólicos y hormonales, son los moduladores de dicha ecuación. A pesar de que en esta secuencia de sucesos existen aún numerosos eslabones sin esclarecer, parece razonable concluir que el tratamiento de la obesidad consiste en conseguir un nuevo desequilibrio de la ecuación de balance en sentido inverso, es decir, a favor del gasto  energético.

El seguimiento de una dieta hipocalórica equilibrada se presenta como el elemento más decisivo en el tratamiento de la obesidad, dado que su aplicación genera por sí misma una deficiencia energética superior a la derivada de la manipulación del gasto energético. Tanto la realización de ejercicio físico, con un potencial efecto termogénico, como la estimulación de la propia termogénesis, constituyen maniobras eficaces desde el punto de vista teórico, pero que difícilmente hacen posible lograr un balance calórico negativo como el atribuible a la restricción dietética. Sin embargo, los distintos mecanismos de acción de estos dos tipos de medidas son la base de su efecto complementario cuando se aplican conjuntamente en el tratamiento del paciente obeso.

 

Daniel García es el responsable de Olive Nutrición. (www.olivenutricion.com), consulta de nutrición y dietética situada en el Edificio España. Puedes contactar con la consulta para solicitar información o pedir cita en el 923 282010 o en el 633 035 210.     

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