OPINIóN
Actualizado 24/10/2014
Marcelino García

   

   Recientemente Amnistía Internacional en su informe titulado La lucha por la salud materna: Barreras a la atención prenatal en Sudáfrica, denuncia la existencia de al menos 269 madres muertas cada 100.000 embarazos. Se estima que un cuarto de las muertes son evitables puesto que se deben a no acudir, o hacerlo de manera tardía, a los servicios sanitarios. Amnistía Internacional señala tres factores como principales causantes de la elevada mortalidad materna sudafricana: el temor a la discriminación que denuncian padecer las mujeres que viven con VIH, la falta de educación sexual y las dificultades con las que se encuentran para poder acudir a las clínicas por los escasos medios de transporte público que están a su disposición.

     En el sistema público de salud sudafricano la atención prenatal es gratuita, pero muchas mujeres no van hasta la última etapa del embarazo. Esto se debe fundamentalmente al temor a que  les realicen las pruebas de VIH de manera obligatoria y se concluya que son seropositivas. Lo  más preocupante de esta situación es que no solo existe una indiscutible falta de educación e información, sino que lamentablemente hay hechos que fundamentan sus miedos, pues diversos testimonios de mujeres sudafricanas denuncian la falta de diligencia y confidencialidad con que trabajan los miembros del servicio público de sanidad. Tener VIH en el país africano supone, entre otras situaciones, tener que estar en una fila de espera diferente, ser citadas en días distintos  o que las carpetas donde guardan los historiales médicos sean de distinto color. El poco respeto que se demuestra hacia la intimidad de la persona  hace que muchas mujeres teman tener que someterse a la prueba y si el resultado positivo, tener que sufrir la discriminación tanto de sus familias como de la comunidad.

     Por ello Amnistía Internacional  exige que se asegure  el respeto a la intimidad del paciente, especialmente cuando se trata de personas que viven con VIH, y que se mejoren los conocimientos sobre salud y derechos sexuales y reproductivos, entre otras cosas mediante una educación integral sobre sexualidad que implique a hombres y niños.

     Probablemente todos nos alarmemos al conocer situaciones tan flagrantes de falta de educación como la expuesta, pero lo cierto es que, a título personal, considero que también desatendemos la educación sexual en nuestro propio país. Recientemente la UNAF (La Unión de Asociaciones Familiares) alertó de la "insuficiencia de la educación sexual en España". Con la  LOMCE (Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa), la educación sexual ya no es considerada como formación transversal en las materias curriculares, pues se ha eliminado la asignatura de Educación para la Ciudadanía, donde se trataban estos temas.  Y no estamos hablando solo de prevenir las enfermedades de transmisión sexual, sino también de reducir el número de embarazos no deseados entre las adolescentes o de difundir valores fundamentales tales como el respeto hacia las diversas inclinaciones sexuales. Valores que identifico, no con una invasión del sistema educativo en la esfera  familiar, sino con la idea de desarrollo e igualdad. Países como Dinamarca o Suecia (donde la educación sexual es obligatoria en los colegios desde 1955) tienen un número de abortos muy por debajo de la media europea. Reflexionemos ante los retrocesos que estamos permitiendo que se produzcan en esta materia de vital importancia.

 

 

 

 

 

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