OPINIóN
Actualizado 23/10/2014
Luis Hernández del Hoyo

Apenas un mes ha demostrado la profunda exposición del sector agroalimentario castellano-leonés a los grandes mercados. Las transacciones con Rusia han decaído más de un 25%, por lo que este cortocircuito comercial debe servir de aliciente y de empuje par

Han bastado 30 días para que salga a la luz el grave problema que supone el veto ruso a productos agroalimentarios europeos para nuestro país y para nuestra región, más específicamente. Los 337 millones de euros de pérdidas para las arcas de los ganaderos y agricultores españoles se reducen mucho si nos atenemos al territorio de Castilla y León, pero porcentualmente la cosa cambia.

Lógicamente, las grandes naciones del mundo juegan un papel preeminente como destino de las exportaciones nacionales y autonómicas, pero el nivel de exposición debe reducirse con el tiempo. Este revés, este paso atrás, podría transformarse en dos pasos adelante si sirve de acicate para desviar esos productos retenidos a mercados emergentes, como el sur de Asia, Hispanoamérica o algunas zonas de África. 

Para competir con nuestros vecinos europeos y con lo que generan los países en desarrollo, la comunidad tiene que enfocarse en la aplicación de la investigación y las técnicas más modernas al campo. Resultaría interesante iniciar algún proyecto de alto perfil similar al Centro de Investigación del Cáncer que fructifique en la modernización de las estructuras productivas y en la calidad de lo sembrado o criado. El tiempo apremia.

 

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