OPINIóN
Actualizado 23/10/2014
Víctor Hernández

Ya hemos tratado, en un artículo anterior, el tema de la "armonía de las esferas", por la cual, algunos teóricos griegos pensaban que los planetas al girar producían sonidos armónicos. Johannes Tinctoris, músico y teórico franco-flamenco renacentista, echaba por tierra esa antigua teoría y decía que los sonidos que dan placer al oído no los producían esos cuerpos celestes, sino los instrumentos terrenales junto con la naturaleza.

Las teorías de Tinctoris se tomaron como ciertas en Italia, lo que provocó un cambio de mentalidad en sus contemporáneos. Tanto es así que se sirvieron de sus tres libros de contrapunto (que estudiaban la conducción de las voces) para trazar la nueva armonía.  

Guillaume Dufay (1397-1474), sacerdote francés, mezcló la música francesa y el contrapunto flamenco de Tinctoris con la música melódica italiana y con algunos avances armónicos ingleses de John Dunstable, convirtiéndose en el músico más importante de la segunda mitad del siglo XV.  Destacan composiciones como: motetes, chansons y misas, entre las cuales está "L´homme armé".                                                                                                                        A pesar de esto, Dufay no innovó demasiado, sino que se dedicó a componer dentro de una tradición que ya estaba consolidada (usaba técnicas medievales como el isoritmo), pero no se le puede quitar el mérito de ser el compositor que comenzó la transición hacia géneros nuevos utilizando esas armonías y melodías expresivas de principios del renacimiento.

Su repertorio, parecido entre sí, es fruto de un gran control de las formas que trabajaba y un gran talento para las melodías agradables y fáciles. Fueron estas melodías "pegadizas" lo que, a fin de cuentas, como ocurriría hoy en día, le hicieron ganarse su fama hasta la actualidad. 

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