OPINIóN
Actualizado 22/10/2014
Fernando Segovia

Un país que hace una tragedia nacional por sacrificar un perro sospechoso de ser portador del ébola, que no se cansa ya de la monserga, un día sí y otro también, de unos nacionalistas que desprecian olímpicamente al resto, que pierde los millones tan impunemente, a cada día, y toda credibilidad a espuertas, que rebusca entre cada palabra del viejo idioma para ser (eso que dicen ahora) políticamente correcto, no merece aparecer en mapa alguno. Mejor el olvido. Con pesar, pero el olvido. Borrar todas estas páginas de lamentable historia. Y pasar. Pasar la página para ver si al fin pudiéramos encontrar algo nuevo y que sea normal y coherente.


          Hoy me siento ninguneado, puteado, por una caterva de casi inútiles que pone media sonrisa y me intenta explicar lo inexplicable. Lo intragable. Desde las gloriosas instituciones, desde todos los medios, desde las calles y desde las voces y las pancartas. Y hasta nuevos y dudosos salvadores patrios que salen de las madrigueras para indicarme el camino correcto en coloquios teledirigidos. Y debo de creerlo todo. Se piensan que no pensamos.


          Dicen que si fin de ciclo. Que si la historia pendular y todo eso. Pero por favor, que la transición que planteáis (otra nueva transición, y van...) sea limpia y breve. Además de leve. Que ya tiene uno unos años y no desea más desgracias. Que alguien con sensatez (y madurez y dignidad y credibilidad y sacrificio y?) conduzca esto a algún puerto deseado. El camino de regreso a algo más seguro y coherente. A la Ítaca que debimos abandonar con el rumbo perdido hace ya unos cuantos años. Que podamos presentarnos ante la historia con algo más que lamentos y malestar colectivo por estos años oscuros, yermos. Y nos dejen ya de cantos de sirenas. Encima, de sirenas que son feas, enormemente gordas, tienen cola de pescado graso en vez de piernas y desafinan que es una barbaridad.

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