OPINIóN
Actualizado 21/10/2014
Luis Márquez

Lo curioso es que solo conozco nortes de riqueza e indigentes de sur. Cuando lo pienso bien, me pregunto que tendrán que ver los sures paralelos con la pobreza divina del mal vivir y los nortes meridianos con la opulencia de ser con más de lo que serían,?

Ella esa mañana se levantó como todas las mañanas de últimamente. Aquellas en las que se desayunan y deglutinan las mismas noticias del desam ? Paro. Aunque en honor a la verdad, ambos: él y ella, no podían quejarse, pues aún estaban protegidos por los efectos narcóticos de aquella vacuna cuyos efectos a duras penas disipaban burbujas mortíferas de un pasado tan presente.

El y Teresa.  Casa y Trabajo.

Y su mascota, a la que nunca olvidarían.

A veces se preguntaban cómo eran tan felices en medio de un campo de infelicidad generalizada. ¿Que habrían hecho para merecérselo? Quizás esa mañana en la que se levantaron como todas las mañanas de últimamente, respondería la cuestión.

Provistos de fuerzas, ganas y complicidad en iguales proporciones, se dieron un beso de despedida y bifurcaron sus destinos hacia aquellos lugares en especie de extinción llamados trabajos. El para fundir viles metales y ella para curar a sanos mortales.  

Ya no se verían más. Entrarían en un ciclo de separación ineludible fruto de la irresponsabilidad  de los supuestos responsables y consecuencia de aquellos males del sur. La mañana siguiente, como todas las mañanas de últimamente, les cambiaría la vida. Tanto, que incluso sería peor que la del resto del mundo expuesto al virus. Mientras ella perdía la razón de su trabajo, él saldría despedido.

 

Más al sur, mucho más, donde el mundo es más oscuro, para Ellos las mañanas seguirían siendo las mañanas de siempre, pero con la simple naturalidad de ver pasar la muerte y saludarla, mientras más al norte, mucho más, excalibur resultaba sacrificado.

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