OPINIóN
Actualizado 21/10/2014
Cipriano Pablos

Recuerdo mis tiempos de residencia en el Pardo, cuando por estas épocas resonaba la berrea de los ciervos o gamos que en el monte habitaban, para solaz y entretenimiento del nietísimo y otros privilegiados del régimen.  ¡ Qué tiempos aquellos!  Hoy y ayer y seguramente mañana podemos escuchar otras berreas urbanas y de asfalto, desde el sofá de casa.

 Las tertulias televisivas y radiofónicas parecen el opio del pueblo. Mañana, tarde y noche, sin tregua, todas las cadenas machacando los mimos temas, dándole vueltas a lo mismo, hasta que surge un nuevo asunto, si es con tintes escandalosos mejor, y entonces la actualidad corre turno.  El ébola y las tarjetas black están dando juego. La legionella que ha causado ya 10 muertes o más, en Cataluña, no ha merecido la atención de estos círculos de opinión y está pasando de puntillas. La legionella no parece causar alarma social, solo muertes. ¡Qué cosas!

El nivel de estas tertulias es variopinto. En todas ellas suele haber gente competente y con sentido común, pero debe ser imprescindible que haya, por aquello de la pluralidad, otra gente menos puesta, más radical, sea del signo político que sea, para dar colorido y voces. Qué mala educación, qué malas formas se pueden observar en todas ellas. Siempre hay quien, por encima de lo razonable e incluso verdadero, tiene que poner la pica en Flandes, defendiendo lo indefendible o justificando lo injustificable, si es de su interés o de su grupo. Hace tiempo que no las sigo más allá de lo que da de sí el zapping, pero es suficiente para seguir comprobando que no llegan a conclusiones, a pesar de dedicarles días y días, que no son capaces de mantener un orden, que hablan varios a la vez, que se enfadan, que a veces hay insultos y que la berrea es sonora, llevados por no sé qué tipo de celo. Y da lo mismo que sean políticas, de sociedad o deportivas.  Todas están cortadas por el mismo patrón: polémica, insultos, falta de respeto, gritos? Y esto es lo que da audiencia?  A berrear al monte, digo yo. 

 Y luego los hay que berrean por la calle, sin tertulia  ni  moderador. Salamanca es una ciudad de berrea, especialmente durante el curso "académico" y determinados días de la semana.  Se quejarán de la precariedad o falta de becas, pero para fiesta hay.  Será por esto que Salamanca es preferida por los Erasmus, con perdón de los estudiantes buenos y responsables, que todavía queda alguno. Me queda berrea, donde vivo, hasta fin de curso.

Sugiero a los berreantes de todo signo, origen y condición que tomen nota de otro suceso que se produce estos días, más sigiloso y nada molesto: en este tiempo salen los nabos y se abren las castañas.  ( Inteligentibus pauca ).  Allá cada  cual y su interpretación.

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