OPINIóN
Actualizado 20/10/2014
Ferenando Segovia

Eso pudiera parecer en una primera reflexión. Este muchacho de apenas 20 añsos es un pícaro listo de tantos como ha habido en nuestra historia, sobre todo en épocas de decadencia. Y en una época de decadencia estamos, y si no que se lo pregunten a los millones de parados o a los jóvenes que han debido huir de Salamanca ?como siempre, pero más de lo normal, Salamanca sigue siendo una fábrica de cerebros para la exportación- para labrarse un porvenir y poder fundar una familia, que siguen fundándose, pero ya más cerca de los cuarenta que de los veinte, como ha sido siempre y manda la biología.


Francisco Nicolás ha conseguido aproximarse a algunas de las más altas autoridades del país y a los círculos de los poderosos, engañando a todos los servicios de seguridad y saltándose todos los protocolos, del rey abajo a la mayoría, casi a cuantos ha querido.


La psiquiatra forense que le ha examinado diagnostica megalomanía, un desarreglo mental de altos vuelos. Pero uno, que conserva algunos tics sesentaiochistas, deja fluir el pensamiento lateral y se pregunta si es Francisco Nicolás el que gestiona mal sus emociones y su autoestima o si es nuestra sociedad la que está gravemente enferma.


Este joven ha podido codearse con Su Majestad Felipe VI, con el ex presidente Aznar o con Alfredo Di Stefano, q. e. p. d., porque es un producto depurado de una sociedad en gran medida falsa, hipócrita y asentada sobre unos 'valores' políticamente correctos que tienden a corroernos a todos.


En primer lugar, el dogma de la imagen, el parecer y aparecer, el venderse bien, por contraposición al ser, a una personalidad bien formada y estructurada. Una imagen vale más que mil palabras e imágenes Francisco Nicolás coleccionó muchas.


Pero las imágenes necesitan 'pies de foto', eslóganes, titulares, palabras bien escogidas. Retórica formal, al parecer, le sobra al muchacho. No importa si es palabrería vacía, sin contenido, con tal de que suene bien, en politiqués o en empresariés.


Me llama la atención que personalidades tan importantes hayan caído en la trampa del dogma de la juventud. Ser joven tiene ventajas, también inconvenientes, pero no es un valor en sí mismo, sino que hay que contrastarlo. Está claro que, en el caso de Francisco Nicolás, mucha gente importante y adulta se ha dejado seducir por una juventud embutida en el uniforme de una escuela de élite, sin más comprobaciones.

 

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