La tertulia del viernes resultó de lo más animado que recuerdo. En la tele, como fondo, el runrún del telediario con los ecos del ébola, de las tarjetas opacas, de la bronca de Piqué con la policía local (como se de Aguirre se tratara)? En nuestras gargantas, la fianza millonaria (ni cosquillas) a Blesa y a Rato.
Ensartado junto a un mejillón, alguien se llevó a la boca la palabra traición, mientras que de la mano de las aceitunas se pronunciaba el nombre de Judas. Caja Duero (cuando aún era Caja Duero), convertida en Judas, Caja Madrid (antes de ser Bankia), convertida en Judas. Decenas de cajas convertidas en Judas para beneficio de cuatro que nos vendieron por treinta (o más) millones de monedas de plata.
Hablamos de preferentes, de desahucios, de botellas de vino pagadas con tarjetas, de lencería (o camisones y pijamas) comprada en tiendas de moda (o camisones y pijamas). Hablamos de inmorales, estafadores y ladrones.
No hubo discusión alguna. La unanimidad reinó durante toda la charla. Todos teníamos claro quién era el enemigo: los banqueros sin escrúpulos, los consejeros que se hacían los orejas, el banco de España, que miraba para otro lado? Y los gobiernos, el de antes y el de ahora, que se negaban a hacer ruido cuando la cosa iba con sus amigos o con sus señores.
La España feudal venía a nuestro encuentro. La España cainita, en la que casi todos somos Abel y unos cuantos nos atizan con la quijada y nos cobran el porrazo.
Yo pedí otra ronda. Emilio hizo pagar una más a la casa. Aquello parecía una reunión del Consejo de dirección de caja Madrid, pero sustituyendo el caviar por aceitunas, trocando el marisco por unos mejillones en salsa que, entre risas y comentarios nos supieron mejor que el rancho carcelario con el que soñamos para tanto sinvergüenza. Rancho que no llegará (los padrinos y los vecinos mandan mucho). Rancho que se me antoja delicatesen para lo que merecen estos judas del siglo XXI.