OPINIóN
Actualizado 18/10/2014
Ángel González Quesada

Callados, cómplices, modorros, serviles, cobardes e indignos, los gobiernos de la ostentosamente autodenominada "Comunidad Internacional", mantuvieron un ominoso silencio el pasado mes de agosto mientras gran parte de Gaza y sus habitantes eran literalmente borrados del mapa a base de constantes e indiscriminados bombardeos homicidas israelíes, que ante la activa inacción del mundo mataban cada día miles de civiles inocentes de toda edad, destruían sus casas, su ternura y su esperanza, su mismo futuro y la vida entera de los palestinos, en aplicación estricta del detallado plan geoestratégico de acabar con todo vestigio de vida anterior en la tierra de la que se apropió ilegítimamente el dinero israelita hace casi setenta años, con la anuencia de la también ostentosamente autonombrada "Democracia Occidental".

Y ahora, las democracias occidentales, coreadas por algunas no tan occidentales y mucho menos democracias, animadas por los grandes organismos internacionales de especulación y usura, se toman un fin de semana corbatil, gastronómico y turístico en Bélgica, donde los voceros de la resplandeciente "Comunidad Internacional" pueden fotografiarse en una llamada Conferencia Internacional para recabar fondos para la reconstrucción de Gaza, en la que se firmarán magros contratos con grandes empresas que construirán, reconstruirán, levantarán y adecentarán, en una diabólica instancia de Sísifo, los objetivos israelíes de pasado mañana. Si no fuese porque el hedor de la hipocresía y la desarmante indignidad de estos gobernantes ha inmunizado ya nuestro olfato moral y, quizá, anulado nuestra capacidad para la rebelión, este nuevo ?aunque repetido- acto de simulación y fariseísmo, esta inmensa falacia y esta enorme simulación merecería el sonoro, explícito y justiciero universal desprecio por parte de cualquier ser humano con dignidad y vergüenza.

Como con la gestión internacional del virus ébola, con la criminal tibieza respecto a la situación de Ucrania, con el desprecio al Sahel, la incalificable tolerancia hacia los califatos petrolíferos o con el consentimiento del inmenso océano de corrupción, robo, mentira y manipulación que se ha extendido por los recovecos legales y políticos de la normativa democrática en todos los países y organismos supranacionales, la simulación y la mentira han infectado también, como las administraciones de Justicia, las acciones oficiales aparentemente humanitarias, nacionales e internacionales, que se han convertido, como esta Conferencia Internacional de Bruselas, en una suerte de perverso juego de desprecio a la inteligencia de la ciudadanía, de celebración de la soberbia del poder, de endiosamiento de la mentira y de constatación de que es urgente ya, inaplazable por dignidad y por mero instinto de conservación para el mismo aire de respirar, se ha convertido en inaplazable romper con las dinámicas hipócritas de estos salvadores de sí mismos que siguen atreviéndose, todavía, a darnos órdenes.

 

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