Las tarjetas negras, que en vez de negras eran plateadas o doradas según la categoría del consejero, están dejando a la población al borde del colapso, y no solamente por las cantidades gastadas sino por los detalles que cada día conocemos. Desde bebidas alcohólicas a lencería de mujer, desde comidas y bebidas en restaurantes y clubes hasta entradas para el cine o billetes de metro (no creo que estos señores viajaran en metro).
Y encima tenemos que aguantar a algunos consejeros haciéndose los mártires, como el flamante presidente de los empresarios madrileños que, después de haberse gastado lo que no debía, dice sentirse tan indignado como los preferentistas y los pequeños ahorradores ¿Cómo puede este señor compararse con las personas que fueron engañadas con las acciones preferentes? Él, que en el desglose de gastos se dice que presuntamente utilizó la tarjeta para pagar en sus propios restaurantes.
Es de esperar que los empresarios serios de este país no consientan que dicho señor los siga representando, flaco favor les ha hecho.
El PSOE anuncia haber suspendido de militancia a los consejeros que utilizaron las tarjetas. El PP, como siempre, se lo está pensando; quizás algún día dejen de pensar y empiecen a actuar.
Los partidos políticos, los sindicatos, las organizaciones empresariales y sociales, todos tienen que empezar a depurar sus filas, caiga quien caiga, y a demostrar que en cuestión de corrupción son implacables; tienen el deber y la obligación de no albergar en sus sedes a aquellos que, abusando de su situación, se dedican a desvalijar las arcas comunes para llenar las suyas propias. Y encima tienen el atrevimiento y la osadía de querer dar lecciones de moralidad.
Si así lo hacen, España comenzará a ir bien.