OPINIóN
Actualizado 17/10/2014
Aída Acosta Alfonso

No es fácil situarse en el debate sobre la relación entre pornografía y delitos sexuales. Las personas no proclives a cometer este tipo de delitos, bien socializadas, pueden usar la pornografía, con contenidos sexuales entre adultos, con libertad, porque no hay pruebas de que este consumo aumente la posibilidad de cometer delitos. 

Pero, en el caso de personas, normalmente varones, que ya han cometido delitos sexuales, este consumo debe considerarse un factor de riesgo, por lo que se recomienda que no los usen. Tampoco deben hacerlo aquellas en las que se exprese, de alguna forma la voluntad o las ganas de llevar a la realidad este tipo contenidos forzando a otras personas.

Es decir, tenemos la obligación de respetar siempre la libertad de la otra persona y, por tanto, no hemos de fomentar ningún factor de riesgo.

Caso diferente es si se trata de pornografía infantil: usar menores para producirla, comercializarla o usarla es un delito perseguido en todo el mundo. Además, en este caso, la relación entre consumir pornografía infantil y cometer abusos sexuales a menores en la vida real es más clara. Por eso, esta práctica debe ser especialmente perseguida. Las personas con deseos y fantasías de tener relaciones con menores deben tener en cuenta que el uso de este tipo de pornografía infantil  es, además de un delito, un factor de  riesgo que puede favorecer llevar a cabo abusos sexuales reales con menores.

Esta semana, como tantas otras, hemos sabido de la detención  de una nueva red de usuarios de pornografía infantil. Combatir esta práctica es un deber de todos.

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