OPINIóN
Actualizado 17/10/2014
Jorge Juan Fernández

Un año más el 17 de octubre está dedicado en todo el mundo a la lucha para la Erradicación de la Pobreza. Un año más, miles de organizaciones nos invitan a movilizarnos para manifestar nuestro compromiso con esta causa y revindicar que se tomen, que todos tomemos, medidas eficaces para construir unas sociedades menos desiguales, más justas y más respetuosas de los derechos humanos. Un año más muchos de los que ostentan el poder político y económico, aquellos cuyo interés se centra en acaparar riqueza, aquellos que mientras unos se ven obligados a hacer cola en los Banco de Alimentos o a las puertas de las organizaciones de atención social, compran camisones a sus esposas, pagan sus exorbitantes vacaciones o abundantes y exquisitas comilonas con cargo a tarjetas de crédito sin límites de gasto, todos ellos, nuevamente, harán caso omiso de lo que suceda.

Casi nada es malo en sí mismo, el fuego puede salvar la vida a una persona hipotermia, pero también provocar un trágico incendio. El agua, puede saciar la sed, pero también causar un maremoto y arrebatar la vida a muchos seres humanos. Con el dinero sucede lo mismo y también con la riqueza.

Hoy, día 17 de octubre, el mensaje es: Contra la riqueza que empobrece. Sí, contra esa riqueza que coloca a millones de seres humanos en situaciones límites de supervivencia, contra esa riqueza que es amasada privando a otros de sus derechos más básicos, contra esa riqueza fruto de la extorsión, de la esclavitud, de tráfico y la explotación de personas. Contra esa riqueza infame de la que, sin pudor alguno, presumen muchos, confiados en la impunidad de sistemas fiscales y penales que parecen ampararles por su lentitud e ineficacia y que indignan a los ciudadanos. "Era tan pobre que no tenía más que dinero", cantaba Joaquín Sabina a Cristina Onasis.

Son necesarios cambios, cambios profundos. No sólo en el ámbito de lo institucional, lo económico o legislativo, también el de lo personal. Es urgente comenzar a construir un mundo más justo, más equitativo, más sostenible y es urgente incluso para aquellos que continúan, sin decencia alguna, acumulando riquezas. Es urgente para todos, porque nos estamos jugando el futuro como sociedades y como especie humana. Es urgente que todos echemos una mano, porque nadie puede sentirse ajeno. No podemos seguir ignorando a los casi mil millones de personas que viven en la pobreza extrema. La pobreza esclaviza, hace vulnerables a los seres humanos, alimenta la violencia, los extremismos, la intolerancia y la violencia.

El próximo año 2015, finalizará el plazo de 15 años que todos nos concedimos para alcanzar los 8 Objetivos de Desarrollo del Milenio, uno acuerdo de mínimos que no se cumplirá, aunque se hayan producido avances ¿falta de recursos económicos o materiales? Pues no, lamentablemente, ni la crisis puede ser una excusa, se trata de falta de voluntad política para combatir las causas profundas que generan la pobreza, unas causas que todos conocemos, la pobreza es sólo uno de sus síntomas.

¡Hay que actuar ya! La pobreza es un crimen contra la humanidad. Martin Luther King dijo: No me duelen los actos de la gente mala, me duele la indiferencia de gente buena. Pongamos fin a la indiferencia y pondremos fin a la pobreza.

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