OPINIóN
Actualizado 17/10/2014

   Ya mismito está saliendo la nueva edición del Diccionario digamos canónico de la lengua española, el auspiciado por la RAE y lo primero que uno siente es orgullo de tener como lengua materna un tesoro compartido por millones de personas que lo enriquecen y cuidan. Y lo segundo que uno siente es el deseo de felicitar a la RAE por su esfuerzo en facilitarnos a todos, sobre todo a los aprendices extranjeros, el conocimiento y buen uso de este patrimonio común. Tienen toda mi simpatía unas personas que se afanan en aclararnos el significado de palabras como Felicidad.

   Y sin embargo, sin embargo?, creo que hace tiempo que el Diccionario (quienes lo elaboran) cedió a la tentación, presionado por el entorno circundante, de anticiparse a los usos de la lengua, de crear opinión, de decidir sobre lo que es correcto y lo que no, pero no en lo lingüístico sino en lo social. Ya no espera a ver cómo usa la población un vocablo. Ahora define él. Y no sé si esa es su función. La imagen que acompaña este artículo, tomada de la puerta de unos aseos quiere ejemplificar aquello a lo que me refiero.

   Las, llamemos, filtraciones de los artículos que se van a enmendar -curiosa palabra esta que se utiliza para los cambios, no es mía sino de la misma web de la RAE- se han visto acompañadas de declaraciones exculpatorias de los responsables de la RAE de que a corrección política a ellos no les gana nadie. Por supuesto que era lógico que se enmendara la definición de Matrimonio tras los cambios legales que permiten contraerlo a personas del mismo sexo pero se meten en un jardín atribuyendo intenciones a esa unión, algo que antes no se hacía. Y desde luego que se modifique Asentamiento para considerarlo una fase final de movimiento migratorio va a tranquilizar muy poco a los palestinos que ven talados sus árboles y ocupadas sus casas. También se elimina la acepción "conjunto de chabolas agrupadas". ¿Querrá decir eso que ya no habrá asentamientos de chabolas?, ¿se mantendrá poblao -que por cierto no estaba reconocida- quizá pensando que así se termina con el menudeo de la droga?, ¿podremos seguir leyendo Tiempo de silencio?. ¿Habrá una definición de Intolerancia o se registrará la Tolerancia cero?, ¿se podrá seguir siendo engañando como a un chino y tantas otras semejantes?, porque he visto que ha desaparecido la acepción Tener la negra. De sus páginas ha desaparecido quiero decir, no de la realidad.

   Me temo que una vez se ha claudicado el siguiente diccionario tendrá que hacer dos versiones de cada palabra para contentar a unos y otros. A semejanza de las ediciones bilingües de los poetas extranjeros ¿reservaremos página par para el diccionario de la lengua como es y página impar para el diccionario de la lengua como debe de ser?. O va a ser necesario editarlo a dos columnas dedicadas a cómo se hablaba "antes" (quizá para poder leer a Plutarco, a Celine) y "ahora" que las conquistas sociales y la asunción de lo políticamente correcto está despojando al lenguaje de sus colores irónicos, malvados, maliciosos. Como el niño pequeño que cuando no quiere ser visto se tapa la cara, ¿no estaremos haciendo nosotros el mismo esfuerzo inútil para ocultar nuestras vergüenzas?. ¿Se piensa que si se sacan del diccionario las palabras maricón o gafotas mis alumnos ya no se la dirán unos a otros cuando se insultan en el patio del recreo?. Entonces me pido eliminar Violencia de sus páginas. Para eso mejor mantenernos alejados del Diccionario del diablo de Ambrose Bierce donde se encontrarán todas las maldades políticamente incorrectas del mundo -de aquellos años- como, precisamente una de las que se quiere cambiar, la de Huérfano: "Persona a quien la muerte ha privado de la posibilidad de ingratitud filial", entre otras menos amables como la de Doncella cuya entrada se inicia así: "joven del sexo desagradable?", y no sigo.

   Lo siento pero estas declaraciones de limpieza mental en los autores de la nueva edición me recuerdan demasiado a la Eleventh Edition del Diccionario de la Neolengua que impera en 1984, la novela de George Orwell que calificaríamos hoy día de? retrofuturista (¡mira!, le regalo el palabro a la RAE). En ella el protagonista, sintiéndose algo acosado por un conocido le pregunta para cambiar de tema por su trabajo de edición del diccionario. Al avispado Syme le brillan entonces los ojos cuando comenta los avances con adjetivos y nombres. "La destrucción de las palabras es algo de gran hermosura", confiesa. Los encargados del diccionario destruirán ese viejo idioma lleno de "vaguedades e inútiles matices de significado". Y finaliza: "Toda la literatura del pasado habrá sido destruida. Chaucer, Shakespeare, Milton, Byron,? no sólo modificados sino convertidos en lo contrario de lo que eran. [?] De hecho, no habrá pensamiento tal como lo entendemos ahora." Y ya no tendremos que pensar.

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