OPINIóN
Actualizado 11/10/2014
Matilde Garzón

Hoy se habla, se escribe mucho y hasta hay Universidades de la Felicidad. No nos falta información, citas de personas ilustres, escuelas que nos enseñan caminos de felicidad

Somos un mar de deseos que parecen incrustados en nuestra naturaleza humana. La Biblia dice que "los deseos ensanchan la capacidad del alma". Los hay pequeños, de satisfacción inmediata, algunos parecen desmedidos o inconmensurables como el deseo de permanencia o inmortalidad, el deseo de FELICIDAD. Que se pueda alcanzar o no, muchos lo sitúan en el  terreno de la fe, de la otra vida, de la utopía, de la duda, del optimismo o pesimismo existencial. No deja de ser misterioso que este deseo exista en los seres humanos de todos los tiempos y resulta contradictorio no poder lograrlo. Estamos configurados  para ser felices a pesar de que nos han inculcado que la vida "es un valle de lágrimas".

Es cierto que la Felicidad es una conquista pues no excluye las limitaciones propias de la finitud: fragilidad, desarraigo, soledad, enfermedad, muerte. Tampoco podemos vivir azuzados constantemente por el aguijón de alcanzar la felicidad ; más bien debería ser algo cotidiano y en estrecha relación con VIVIR o el redundante VIVIR la VIDA, sin más adjetivos porque la VIDA no los necesita ya que está sobradamente preñada.

La VIDA, el gran don, el gran milagro de nuestra existencia; es la semilla inteligente con infinitas potencialidades de desarrollo, expansión, conjunción y multiplicación. Coexisten sin embargo en ella dos vectores, el de regeneración, crecimiento y plenitud con el de deterioro, muerte y destrucción. En toda la naturaleza se conjugan y suceden estos dos polos que parecen opuestos pero que forman una armónica unidad.

Al milagro de la VIDA esta unido al milagro de la FELICIDAD que alcanzará más o menos plenitud si la VIDA desarrolla  sus potencialidades: si nuestra consciencia se hace responsable de ella como de un tesoro, si la cuida como el jardinero una flor, la alimenta con los productos adecuados, escarba y retira los que pueden dañarla, hace acopio de lo bello, bueno y justo que puede hermosearla?

No podemos negar que tenemos una forma exterior, una carcasa visible, tangible, lo que Pablo llamó el "hombre exterior" y Leonardo Boff  "corporeidad exterior", forma sometida a un proceso de crecimiento, de maduración y de decrecimiento o deterioro que culmina en la muerte.

Pero también tenemos experiencia de interioridad: de pensamientos, sentimientos, deseos, emociones; potencias cognitivas, volitivas, artísticas; de generosidad, bondad, entrega, sacrificio; y las tendencias negativas de egoísmo, envidia, ambición?Todas señalan una capacidad y actividad invisible, intangible que se ha llamado "el hombre interior", "la corporeidad interior". Dice Pablo: "Aunque nuestro nombre exterior se deteriore, nuestro hombre interior, se renueva cada día" ? es decir que el ser interior es siempre joven y no perece.

Ambas corporeidades están en total relación y unidad y la CONSCIENCIA (Espíritu, SER) , tiene posibilidad de actuar sobre todas y cada una de estas manifestaciones en beneficio de la VIDA y en consecuencia, de la Felicidad.

Es evidente que la corporeidad exterior se manifiesta en el crecimiento, maduración y declive e influye mucho en las relaciones que se tejen entre los humanos. El mayor o menor cuidado y equilibrio que reina en el interior también se manifiesta en el cuerpo exterior. En general se cuida, se mima más el cuerpo exterior, se potencia su belleza, salud, su exuberancia, hasta el punto de poner en ello el logro de la felicidad. Incluso sacrificando y poniendo a su servicio las capacidades del mundo interior. Se cometen así grandes errores; se gastan fortunas, se malversa la inteligencia, la volición, los deseos y a la postre, no se consigue la Felicidad porque esta no depende de las satisfacciones que pueden dar la edad, la belleza, el placer, el dinero y el poder.

En efecto, en nuestra sociedad muchos que han buscado así la felicidad, se sienten infelices o deprimidos, incluso avocados al suicidio. Otros la buscan neuróticamente en el dinero y poder, en ensayar nuevos placeres del sexo, de la droga, del consumo; además de ser efímeros, a menudo degradan la condición humana y conducen al deterioro de la salud. A millones de  personas les seduce recurrir a vericuetos que ahorren esfuerzos y se lo ofrecen sectas, magia, supersticiones, prácticas adivinatorias, juegos de azar.

La lectura, la música, la naturaleza, la conversación con amigos nos proporcionan momentos de felicidad. El logro de una felicidad más duradera no puede ser muy difícil pues es un anhelo universal. Lo que no es posible para todos es nadar en la abundancia, sumergirse en los placeres y comilonas, aunque media humanidad pase hambre.

La felicidad de que hablamos la han conseguido personas pobres o con discapacidad o invalidez; que han sufrido zarpazos, han padecido persecuciones y cárceles a pesar de la honradez y dignidad de sus vidas; muchas personas  la consiguen en la etapa del envejecimiento, con el sosiego de las pasiones, la sencillez, la generosidad y desprendimiento que conlleva. La afirmación evangélica de Bienaventuranza (=Felicidad) es precisamente para este tipo de personas: pobres, sencillos, sufridores, perseguidos?

La felicidad no se puede imponer ni por decreto ni por moda, ni publicidad. Parece que en ciertas épocas del año tenemos que ser felices por narices y todo, en la calle, en las tiendas, parecen reclamos para la felicidad. Porque la Felicidad es sencilla, gratuita, pero frágil como todo lo bello y verdadero y a veces se hace perdidiza y hay que hallarla.

Es incuestionable que nada ni nadie puede impedirnos pensar, soñar, amar. Nadie puede matar nuestra dignidad y libertad, obligarnos a adoptar conformismos y rutinas alienadoras. Podemos ser libres para aceptarnos y aceptar todas las minusvalías y discapacidades, circunstancias y acontecimientos que intentan alterar nuestra paz y hacer de nuestro jardín un recinto de felicidad. Podemos ser felices, sobre todo, si vivimos en permanente ejercicio de fraternidad, en jornada contínua de puertas abiertas en especial con los más excluidos de la sociedad. "Salvar lo pequeño, lo frágil, lo que ha sido arrumbado, rescatar la cultura, el silencio, la soledad?entrar con frecuencia dentro de uno mismo" (Fermín Herrero). Vivir, sembrar y recoger lo de cada día ? el carpe diem horaciano- con expectativas y esperanzas a corto y largo plazo y sin cejar en el intento de conseguir laFelicidad para todos. "Ama y haz lo que quieras" es la fórmula irrebatible.

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